Fecha: 11 de diciembre de 2017
Lugar: Casa de mi abuelo, Calle de los Pinos #12, Santa Clara
Querido Dios,
Hoy, la víspera de Navidad, no puedo evitar recordar aquella noche de hace unos años cuando me quedé solo con mi abuelo en la sala, mientras todos los demás dormían. Las luces del árbol titilaban suavemente, proyectando sombras danzantes en las paredes, y él me llamó a sentarme junto a él en su sillón favorito.
Nunca olvidaré lo que sucedió aquella noche. Me habló de la vida, de la importancia de la paciencia, de cómo incluso en los días más oscuros, la luz podía encontrarse si uno estaba dispuesto a buscarla. Me contó sobre sus errores, sus pérdidas y sus victorias, y yo lo escuchaba embobado, absorbiendo cada palabra como si fueran tesoros que debía guardar para siempre.
Su voz era calma y firme, y aunque sus manos temblaban ligeramente, me sentí seguro, protegido. Nunca nadie me había enseñado tantas cosas en tan poco tiempo; sentí que su amor se filtraba en cada lección, en cada consejo, en cada historia compartida. Dios, ¿cómo podría vivir sin esos momentos? ¿Cómo podría enfrentar la Navidad sin poder sentarme a escucharle y aprender de él?
Mientras escribo estas palabras, siento un nudo en la garganta. La idea de perderlo me asusta más que cualquier otra cosa en el mundo. Cada Navidad que pasa sin él será un recordatorio de lo que alguna vez tuve y que ya no estará. Mi corazón se resiste a aceptarlo, y por eso recurro a Ti, Dios, con toda la fuerza de mi alma.
Te suplico, no te lo lleves todavía. Permítele quedarse esta Navidad, permítele compartir conmigo una noche más de risas, consejos y abrazos. Que sus historias sigan guiándome, que su mirada siga dándome fuerza, que sus manos sigan sosteniendo las mías cuando el mundo parece demasiado grande y aterrador.
Sé que sus días son finitos y que la vida sigue su curso, pero si pudieras escuchar mi ruego, te pediría un regalo más: un momento más, una lección más, un abrazo más. Que esta Navidad podamos permanecer juntos, compartiendo historias y silencios, enseñanzas y sonrisas, hasta que el amanecer nos encuentre nuevamente unidos bajo la misma luz cálida que siempre nos acompañó.
No sé cómo será la Navidad sin él, Dios, pero confío en que tu amor puede sostenernos en medio del dolor. Por favor, no te lo lleves todavía. Quédate con él, quédate con nosotros, aunque solo sea un instante más.
Siempre tuyo,
Carlos
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Editado: 13.10.2025