25 razones para quedarte

Carta 5: Risas entre luces y villancicos

Fecha: 12 de diciembre de 2017
Lugar: Casa de mi abuelo, Calle de los Pinos #12, Santa Clara

Querido Dios,
Hoy es Navidad, y mientras contemplo el árbol iluminado y los regalos envueltos bajo él, no puedo evitar recordar aquellas Navidades de mi infancia. Recuerdo especialmente una, cuando tenía nueve años y mi abuelo decidió que debíamos cantar villancicos para todos los vecinos del barrio.

Me vestí con mi gorro rojo y mi bufanda, pero estaba nervioso, temblando de vergüenza. Él, como siempre, tomó mi mano y me dijo: “No te preocupes, Carlos, mientras cantemos juntos, nada puede salir mal”. Su risa era contagiosa y su mirada estaba llena de calma y amor.

Salimos puerta por puerta, él guiando la melodía con su voz firme y alegre, y yo apenas podía seguirle. Cada vez que me equivocaba, él sonreía y me animaba. Cuando llegábamos a la última casa, nos deteníamos para beber chocolate caliente y compartir galletas. Sentía que nada en el mundo podía hacerme daño mientras él estuviera allí.

Hoy, Dios, ese recuerdo me duele y me reconforta al mismo tiempo. Me duele porque sé que pronto podría perder esa presencia, esa risa, esa fuerza que siempre me sostuvo; pero me reconforta porque fue real, porque sé que lo amé y lo sigo amando profundamente.

Te escribo con el corazón en la mano, suplicando que no te lo lleves todavía. Que esta Navidad podamos compartir nuevamente risas, canciones, abrazos y secretos. Permítele seguir siendo la luz de mis recuerdos y de este hogar, aunque las sombras de la pérdida amenacen con acercarse.

Sé que tus caminos son misteriosos, Señor, y que a veces las decisiones que tomas escapan a nuestra comprensión. Pero te pido, por favor, permite que todavía haya momentos como aquel, aunque solo sea uno más. Que su voz siga guiando la mía, que su risa siga llenando los espacios vacíos de la casa, que su abrazo siga siendo mi refugio.

Hoy comprendo que el tiempo es frágil, y que cada instante con él es un regalo que no puedo dar por sentado. Pero confío en tu misericordia y en tu amor, Dios. Por favor, quédate con él, quédate con nosotros, y deja que estas Navidades sigan siendo un puente entre el pasado y la esperanza que aún me sostienes.

Siempre tuyo,
Carlos




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