Fecha: 18 de diciembre de 2017
Lugar: Casa de mi abuelo, Calle de los Pinos #12, Santa Clara
Querido Dios,
Hoy, después de la celebración de Navidad, la casa está en silencio. Las luces del árbol aún parpadean suavemente, los regalos abiertos descansan en el suelo, y el aroma a galletas y chocolate caliente se mezcla con el recuerdo de risas que llenaron cada rincón.
Mientras camino por los pasillos, veo los pequeños detalles que mi abuelo cuidó con tanto esmero: los adornos colgados con precisión, la mesa decorada, las cartas que escribió para cada uno de nosotros. Todo parece vibrar con su presencia, y sin embargo, siento un miedo profundo de que pronto esto sea solo memoria.
Dios, no quiero imaginar una Navidad sin él. No quiero pensar que estas paredes, llenas de historias y amor, puedan quedarse vacías de su voz y sus abrazos. Cada gesto suyo, cada sonrisa, cada detalle que hizo de estas fiestas algo especial, ahora me pesa como un tesoro frágil que temo perder.
Te escribo, Señor, suplicando que no te lo lleves todavía. Permítele quedarse un instante más, aunque solo sea para que podamos caminar juntos por esta casa, contemplar cada adorno, reírnos de los pequeños desastres y sentir que todo sigue teniendo sentido mientras él esté cerca.
Comprendo que la vida sigue y que cada día es precioso, pero hoy siento que necesito aferrarme a él con todas mis fuerzas. Que su presencia siga llenando mi corazón y esta casa, que sus manos sigan guiando las mías, que su voz siga enseñándome y reconfortándome, aunque todo lo demás cambie.
Por favor, Dios, quédate con él, quédate con nosotros, aunque solo sea un instante más. Déjame compartir una mañana más con su risa, su mirada y su amor que lo hace todo más brillante.
Siempre tuyo,
Carlos
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Editado: 13.10.2025