Fecha: 19 de diciembre de 2025
Lugar: Casa de mi abuelo, Calle de los Pinos #12, Santa Clara
Querido Dios,
Hoy recordé aquella tarde de Navidad cuando, después de la comida y los regalos, mi abuelo me llevó a un rincón de la sala y me contó un secreto. Yo, intrigado, me senté junto a él, sintiendo la calidez de su abrazo y la magia de la intimidad que solo compartimos los dos.
Me explicó cosas simples y profundas a la vez: cómo valorar los pequeños momentos, cómo escuchar antes de juzgar, cómo encontrar alegría incluso en los días más difíciles. Su voz era suave, llena de paciencia y cariño, y yo absorbía cada palabra como si fueran lecciones que me acompañarían toda la vida.
Mientras hablábamos, sentí una seguridad que nunca más he encontrado en otro lugar. Cada sonrisa suya, cada mirada cómplice, me enseñaba que el amor verdadero se encuentra en los gestos sencillos, en los abrazos callados, en los secretos compartidos entre quienes se aman.
Dios, pensar que pronto podría perder estos momentos me duele profundamente. Me aterra la idea de no poder volver a escucharle susurrarme esos secretos, de perder la guía y la calidez que siempre me ofreció. Cada Navidad, cada instante compartido, se siente ahora más valioso que nunca.
Te escribo, Señor, suplicando que no te lo lleves todavía. Permítele quedarse para que podamos compartir otra tarde de secretos y risas, para que sus palabras sigan guiándome y su presencia siga reconfortándome. Que su voz siga llenando mi corazón, que sus abrazos sigan siendo mi refugio, aunque todo lo demás cambie.
Por favor, Dios, quédate con él, quédate con nosotros, aunque solo sea por un instante más. Déjame sentir su amor una vez más, compartir su sabiduría y conservar esos recuerdos que hacen que la Navidad sea un tiempo de magia, amor y protección.
Siempre tuyo,
Carlos
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Editado: 13.10.2025