Fecha: 23 de diciembre de 2018
Lugar: Casa de mi abuelo, Calle de los Pinos #12, Santa Clara
Querido Dios,
Esta noche, mientras todo duerme y la casa se envuelve en silencio, no puedo dejar de pensar en mi abuelo. Siento un miedo que no había sentido nunca: la posibilidad de que mañana, al despertar, todo sea diferente, y su risa, su abrazo y su voz se hayan ido para siempre.
Me siento junto a su sillón, observando cómo respira suavemente, cómo sus ojos se cierran lentamente y cómo cada pequeño gesto suyo parece decirme que todo está bien, aunque yo sé que no lo está. Quisiera detener el tiempo, Dios. Quisiera que esta noche nunca terminara, que pudiera abrazarlo hasta que mis brazos ya no puedan más, que pueda decirle todo lo que amo y admiro en él una vez más.
Recuerdo cada Navidad que pasamos juntos: las luces, las galletas, los cuentos, los juegos, los secretos, la bondad y la risa que llenaba cada rincón de esta casa. Todo eso se mezcla ahora con el miedo de perderlo, y no sé cómo enfrentar un mañana sin él.
Te escribo, Señor, con el corazón en pedazos. Por favor, no te lo lleves todavía. Déjame quedarme con él una noche más, aunque solo sea para sentir su mano en la mía, escuchar su voz una vez más y abrazarlo como nunca antes. Que pueda guardar cada instante en mi memoria y en mi corazón, que su amor siga siendo mi refugio aunque el mundo afuera se vuelva frío y desconocido.
Dios, sé que todo tiene un tiempo y que tus caminos son misteriosos, pero te ruego que escuches mi súplica. Quédate con él, quédate con nosotros, aunque solo sea un instante más. Permíteme estar junto a él, aprender de él, amarle y agradecerle por todo lo que me ha dado antes de que la vida nos separe.
Siempre tuyo,
Carlos
#28911 en Otros
#8746 en Relatos cortos
navidad en familia, familia amor dolor esperanza orfandad, cartas navideñas
Editado: 13.10.2025