—No señor. Ya le dije, el me acompaño a la puerta, luego se despidió y se fue caminando, no mencionó nada más. —es la tercera vez que el oficial Rodríguez me interroga desde que vino a mi casa. Según él es solo para corroborar que ningún detalle escape, que debo aprovechar que mis recuerdos están frescos (como si fuera pescado), que las primeras 24 horas desde la desaparición son las más importantes para dar con Paul, pero la mirada acusatoria que me entrega cada vez que respondo, me indica que por ser la última en verlo, soy sospechosa del caso.
Me levanto del mueble y voy a mi habitación donde deje a Lu y Leo. Ellos también fueron interrogados, pues estaban con nosotros en la fiesta y quizá podrían dar algún detalle que yo no estuviera tomando en cuenta, ya sean actitudes, discusiones o altercados con algún otro invitado (YO), que pudiera generar deseos de arremeter en contra de Paul. Al entrar Lu se abalanza sobre mí, me abraza y empieza llorar, deshago el abrazo y la miro los ojos y no me gusta lo que estos reflejan.
—Encontraron sangre y un zapato de Paul cerca del Jardín Botánico. Es mucha sangre Venus. —dice mientras acerca la pantalla de su celular a mi rostro. La imagen es horrorosa. Hay mucha sangre, va quedando un rastro en dirección a la entrada del Jardín. Todo se hace más lento, no escucho lo que Lu y Leo dicen, un vacío es ahora mi pecho, cierro los ojos, caigo en la inconciencia.
Subo al autobús como puedo junto a mis trabajos de la mañana, es incómodo atravesar el pasillo con tantos artilugios, pero vi un asiento vacío al final, y necesito llegar a este para descargar el peso de mis cosas; cuando por fin lo consigo, noto que una pierna ocupa el asiento y me separa de mi objetivo. Me aclaro la garganta, planto en mi rostro una simpática sonrisa y espero que el dueño de esa extremidad se gire y al verme, entienda mi propósito, pero eso no ocurre, este in…dividuo, simplemente me sostiene la mirada, luego la dirige a su pierna y finalmente se voltea de nuevo hacia la ventana, ignorándome monumentalmente.
Suelto todo, absolutamente todo lo que traía en las manos sobre el asiento (y la pierna del desconocido), liberando mi cuerpo del peso y del estrés acumulado durante el día, y siento que puedo respirar nuevamente, incluso creo que hay parajitos trinando alrededor, o no…
— ¿Acaso estás loca mujer? ¿Es que no ves donde tiras tus cosas? ¡Argh! Duele demasiado. QUITA TU BASURA DE MI PIERNA —grita finalmente el tipo del asiento sacándome de mi fantasía. Me giro hacia él y veo un rastro de sangre. ¡Carajo, hay sangre! Me inclino sobre él y empiezo a recoger mis cosas intentando que nada se manche con su sangre, y bueno si, también para evitar lastimarlo más.
— En primera instancia, no tienes que gritar. No hay sordos aquí. En segunda, no estoy loca, pero no me dejaste opción. Y en tercera pues, no, nada, no hace falta una tercera. —Digo conservando la paciencia, la postura y el valor, frente a las miradas que me atravesaban mientras termino de recoger mis cosas. Luego, muy digna, me levanto y le doy la espalda al niñito gritón, y poco a poco los mirones vuelven la vista al frente. Minutos después tiran de la correa de mi bolso.
— ¡Lo siento! Fui un imbécil contigo. No suelo reaccionar de esa manera, es que no he tenido un buen día. Además tú y tus corotos me lastimaron y bueno, eso no me justifica pero… ok no fui muy amable. —le escucho balbucear al tipo de la pierna sangrante.
— No te preocupes —respondo sin voltear a verlo. Vuelve a tirar de mi bolso y esta vez sí lo encaro sin intención de mostrar modales, no obstante, la sonrisa de dientes chuecos que me encuentro me deja sin palabras.
—Ya relájate. Ven te hare un huequito para que te sientes, pero dame un segundo, es que en serio mi pierna no está bien. —y yo asiento como tonta, y muda además, en espera de indicaciones.
—Listo —me dice mientras de un jalón hace que me siente a su lado— Soy Paul, no me gusta la piña, amo la Pizza, prefiero el café sin leche, creo que mi pierna está rota y quiero saber que es todo eso que traes encima. —Dice rápidamente extendiendo su mano hacia mí.
—Y yo soy Venus, comparto tu odio por la piña y tu amor por la pizza, muero por un buen moka, lamento lo de tu pierna y todo esto es parte de mi proyecto de arte —respondo siguiéndole el juego. Y mientras lo escucho parlotear sobre como estropeo su pierna, me encargo de capturar sus rasgos, hay algo en esos ojos café, su barba descuidada, su cabello negro y despeinado y su sonrisa que me hace querer verlo más seguido.
—Venus. Ayúdame. Aún hay tiempo. Tu sabes dónde encontrarme. —dejo de mirar su rostro y me encuentro con que ya no estamos en el autobús, veo su casa detrás, su rostro está cubierto de algo viscoso y con un grito desgarrador se desvanece ante mí.
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Editado: 19.07.2018