–¡ Levántate o me tomo tu leche! – le gritó el hermano con una sonrisa burlona– ¡ Mamá, el marica no se quiere levantar!
Gulf terminó de vestirse y salió de la habitación.
James, un año mayor que él, al verlo llegar a la cocina, se apresuró a tomar su vaso de leche y beberlo casi atragantándose.
– ¿ Cómo puedes tomar esta basura?– dijo James eructando abiertamente– ¿ Todos los maricas prefieren la leche de soja o solo tú?
Gulf miró de reojo a su madre quien parecía concentrada en su celular mientras revolvía distraídamente su café. Y como siempre, no se estaba enterando de nada.
– Dame mi vaso ...– balbuceo Gulf.
James le devolvió el vaso ya vacío. Y cuando Gulf quiso servirse más leche, se encontró con el envase totalmente vacío.
–¡ Qué lástima! ¡ El marica se quedará sin desayunar!
–¡ Basta, James!– gritó una vocecita que se sentaba a la mesa.
James miró a su hermanita con desdén.
– ¡Uno de estos días te voy a quemar ese muñeco ridículo!
Y antes de que la pequeña pudiera reaccionar, James le quitó el peluche y lo acercó a una de las hornallas encendidas.
–¡ Devuélveselo!
–¿ Qué? ¿ Qué has dicho, marica? ¿ Qué harás si no se lo devuelvo?
–¡ Mamá!– la niña estaba a punto de llorar.
–¿ Qué, corazón?– respondió la madre distraída sin apartar su mirada de la pantalla del celular– Devuélvele el juguete a tu hermana o te quedas sin tu salida del sábado.
James miró a su madre por un momento y dijo :
– Está bien. Solo fue una broma. Ups, se quemó un poquito ...– James levantó el peluche para que todos lo vieran.
Una parte del conejo humeaba ennegrecido.
Gulf intentó quitárselo pero James fue más rápido y lo arrojó al fregadero, que estaba a rebosar de agua grasosa hirviendo.
– Dime gulf, ¿ Por qué eres tan ... marica?
La niña tomó a su conejo maltrecho y lo abrazó entre lágrimas, sin importarle que sus patas estaban chamuscadas y que le chorreaban jabón y grasa al uniforme de su colegio y a todo el piso de la cocina.
Ni siquiera el día de su cumpleaños, las burlas de su hermano mayor parecían detenerse; ni tampoco La indiferencia de su madre quien siempre parecía estar pensando en otras cosas y no se daba cuenta de nada.
– ¡ Mamá! James le ha dicho marica a Gulf, otra vez...
Por suerte, aquello tampoco cambiaba...
Ángela, esa niñita de 8 años con sus dos colitas siempre mal peinadas abrazando a Nanong, su Conejo Blanco de peluche, recibía cada mañana con su sonrisa dulce a Gulf y le regalaba un abrazo que le ayudaba a transitar el resto de su día.
–Feliz cumpleaños...– le susurró esa mañana.
Un día especial...No, siempre un día solitario y triste.
Siempre deseando estar en otro lado.
Siempre deseando sentirse ... amado.
–Gracias, hermanita.– susurró Gulf tratando de que no lo vieran llorar.