Tomando un camino al azar, Gulf comenzó alejarse del claro arrastrando los pies.
Miró al cielo. Aún estaba cubierto por nubes espesas, pero momentáneamente había dejado de llover.
Deseaba echar un último vistazo al claro antes de marcharse pero no tenía el valor suficiente. El día se había vuelto triste. Y Gulf sentía que se lo merecía.
Se enojó consigo mismo cuando notó que su rostro se mojaba. No podía seguir llorando por cada cosa que le sucediera. Pero entonces se dio cuenta de que no eran solo sus lágrimas, había empezado a llover otra vez.
Volvió a mirar el cielo, dando un suspiro ... y apenas tuvo tiempo de taparse los oídos, en un acto reflejo, cuando vio un refucilo atravesar las nubes negras. Un segundo después, un aterrador relámpago lo hizo vibrar de pies a cabeza. E inevitablemente comenzó a temblar.
Una cortina de fría lluvia despiadada comenzó a caer, empapándolo y haciéndolo tiritar de frío. Y un segundo relámpago lo hizo gritar de terror.
Nunca podría deshacerse de ese pánico infantil a las tormentas. Y sin poder evitarlo comenzó a llorar otra vez.
Y entonces ... sintió dos manos fuertes, un pecho cálido y un susurro suave y sostenido.
Parpadeo varias veces confundido y se halló envuelto por los brazos firmes de Mew, con su cabeza sobre su pecho, cobijados ambos en el tronco hueco de un viejo pino.
Y se sintió a resguardo, por primera vez, a resguardo de las tormentas, del frío y de la soledad.
Y creyendo que todo aquello era tan perfecto que solo podía ser un sueño, miró los labios entreabiertos de Mew que estaban tan deliciosamente cerca de los suyos. Y en un arrebato de locura y de placer, lo besó.
Y antes de que el pánico de la lógica y la vergüenza se apoderaran de su corazón, Gulf sintió que aquel beso impetuoso era correspondido. Y aquellos brazos cálidos y fuertes se apretaban más a su alrededor.
Gulf sintió que volvía a vivir. Sintió que ya no le dolía respirar ni estar vivo. Gulf sintió que podía ... ser feliz ...