30 Días A Su Lado.

Capítulo 3: Día 3.

Fleur

La cálida mañana tocó su rostro. La vista al parque a esa hora era espléndida, los patos nadando en el arrollo, el pasto con gotas del rocío, el sol saliendo frente a ella. El aire entraba en sus pulmones fácilmente y le daba tranquilidad.

Miró la hora, las seis y treinta, a tiempo para regresar a la casa de Saúl, bañarse, desayunar e irse. Nunca había considerado esa casa como suya, aunque legalmente todo lo adquirido bajo el matrimonio con Saúl era de los dos, pero si mal no recordaba, la casa era de los padres de él. Se sentía como en un principio, sólo siendo una intrusa con beneficios.

Se levantó y corrió a la casa. No le sorprendió ver que el carro de Saúl no estaba allí, siempre salía antes de las siete. Nunca supo que era lo que realmente hacía tan temprano para la empresa, o si realmente iba a la empresa, pero no era de su incumbencia, sólo era la persona con quien compartía los bienes y con quien estaba atado a la fuerza.

Después de bañarse, bajo como costumbre y desayuno en silencio pero la empleada se acercó a ella.

—Señora— dijo—, sólo era para avisarle que el señor Saúl no vino a dormir anoche.

—Gracias, Anitta.

Evitó decirle que lo más probable fuera que estuviera con alguien y que no le sorprendería, pero tenía experiencia respecto a lo que debía o no saber una empleada.

***

Saúl.

—¿No te cansas de dormir en este mueble, Saúl?

La voz de su amigo Antoni le despertó,  había abierto la cortina del ventanal y se acercó a él. Saúl se cubrió la cara con su sabana pero Antoni se la quitó.

—Antoni, es muy temprano para que estés molestando.

Antoni se sirvió agua en un vaso y se acercó a él, derramando el agua en el rostro de Saúl.

—¡ANTONI!

—Antoni, nada, Saúl— dijo seriamente—. No entiendo qué haces durmiendo la mayor parte de las noches en esta oficina cuando en tu casa y en tu cama, hay una sexy mujer esperando.

—No hables así de ella.— le reprendió mientras se sentaba en el mueble y lo miraba.

—¿Así como?— se sento frente a él— Por favor, Saúl, entiende que tienes una oportunidad para estar con ella. ¿Y crees que está es la manera correcta de hacerlo?

—Entiende, Antoni, ella me odia.— respondió en el mismo tono de voz.

—¿Y cómo estás tan seguro de eso?

—Por todo lo que mi familia le hizo hacer— se levantó del sillón—. Si no hubiera sido por eso, tal vez, hubiera sido distinto.

—Oh, si— dijo Antoni con ironía—. Hubieras conocido a otra persona y ella hubiera seguido siendo tu muchacha de servicio.

Era, la empleada de mis padres— corrigió—. No mi empleada.

—¿Quieres ganarte su amistad si quiera?

Saúl asintió.

—Bien, te ayudaré, pero así como piensas hacer esto, no es la manera— dijo—. ¿Crees que si te odiara hubiera aceptado treinta días más para divorciarse? Si yo hubiera sido ella, te hubiera dejado de inmediato.

Saúl miro a Antoni un rato reflexionando, tenía razón pero tal vez ella no se  alejaba de él porque es demasiado entregada al trabajo en la empresa, eso siempre le caracterizo, más cuando solo era la empleada doméstica.  

—No, no lo hubiera hecho.— dijo por fin evitando lo que había pensado.

—Bien, empecemos— Antoni tomó el teléfono inalámbrico—. ¿Qué tipo de flores le gustan?

—Los tulipanes.

Antoni sonrió y Saúl notó su insinuación.

 




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