30 Días A Su Lado.

Capítulo 4: Día 4.

Saúl.

—¿Y bien?— dijo Antoni entrando sin tocar a la oficina de Saúl—. ¿Qué te dijo de las flores?

¿Cómo le explicaba a su amigo que ella no le había llamado y que cuando había ido a su casa ya ella estaba dormida? Aunque tenía que reconocer que iba a ser obvio que no le llamara porque solo se hablaban en la empresa y todo era tema laboral. Pero él sabía que si le hacían un regalo, y por más que no tratara mucho con aquella persona, él hubiera agradecido.

—¿Dime que no te quedaste a dormir anoche aquí?

—No, de hecho si fui a la casa...

—¿Y dormiste con ella?— le interrumpió.

—Sí pero...

—¿Pero?

—Ya estaba dormida.

Antoni se levantó de la silla y sirvió dos vasos con whisky. Ambos se los bebió y los volvió a servir. Esta vez entregandole uno a Saúl.

—Ya sé cuál es el problema entre ustedes.

Saúl sólo lo miró esperando una respuesta.

—Tú, mi querido amigo, le temes a lo que ella te pueda decir— bebió de su trago—. Y ella, espera decirte mejor las cosas de frente.

—A veces odio que seas psicólogo y mi mejor amigo a la vez.— murmuró.

—Escuché eso, Saúl— le acusó mientras le señalaba—. Si no te arriesgas a hablar con ella, a convivir más, no sabrás si en realidad te odia.

—Detesto que tengas razón.

Negó y se tomó la bebida de un solo trago.

***

Fleur

Haber llegado la mañana anterior a su oficina y haber visto las flores en su escritorio, le sorprendió, pero más cuando vio el remitente.

Eran sus favoritas, no sabía cómo Saúl tenía conocimiento de ello y le quiso dar un simple gracias cuando lo viera en la casa, pero no le sorprendió que llegará tarde. Había pensando que no iría como la noche anterior.

No sabía qué hacer, no tenía a nadie que le aconsejara, su apariencia de fría y antipática le hacía difícil el tratar con las personas.

Cuando salió esa tarde de la oficina, decidió cambiar su rutina de la casa al trabajo y viceversa, se detuvo en un restaurante y pidió el plato de la casa. Después de comer y pagar, fue directamente a la casa, el portero abrió la puerta y ella se dirigió al parqueadero, aparcando donde siempre dejaba su auto pero se sorprendió al ver el de Saúl. Él siempre llegaba tarde.

Se bajó del auto y entró a la casa, todo estaba normal, excepto en la cocina. Se dirigió hasta allí pero deteniéndose en la puerta al escuchar música y risas, entre ellas de una mujer.

¿Habrá traído a su amante? ¿Y por qué pienso en "amante" si no tenemos nada oficial?

—Fleur.

Dejo sus pensamientos a un lado cuando escuchó su nombre.

—¿Si?— dijo fingiendo una sonrisa mientras se colocaba recta.

—Ven, acompañanos.— le dijo Saúl.

Asintió y dejó su bolso en una pequeña mesa de cristal y lo siguió. Saúl llevaba una botella de vino entre sus manos, aún tenía el pantalón y la camisa del traje, su cabello castaño estaba desordenado.

Al entrar, vio a Antoni acorralando a una joven chica morena en el mesón de mármol, dándole la espalda a ellos.

—Antoni, ¿Podrías dejar a Andrea por un rato?

—Le quitas la diversión a todo— dijo Antoni y se giro para mirarlo—. Oh, Fleur, ¿Cómo estás?— le pregunto al verla con la sonrisa que siempre mantenía en sus labios.

—Bien, Antoni.— fingió una sonrisa de vuelta.

—¿Ya cenaste?— dijo Antoni ayudando a bajar a Andrea del mesón—. Saúl cocino esta noche.

Todos la miraron esperando una respuesta pero quien más la esperaba era Saúl, lo noto en sus acciones, tratando de concentrarse en algo diferente, jugando con una pequeña cuchara que tenía entre sus manos.

—Creo que Fleur está cansada y no quedra acompañarnos— dijo Saúl al notar que no decía nada.




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