30 Días A Su Lado.

Capítulo 6: Día 6

Saúl

Hablar con ella era difícil. En el momento que hablaba sus fríos ojos lo miraban y cualquier chiste que quisiera decir para alivianar el ambiente era devuelto al rincón de su subconsciente, pero sabía que eso debía cambiar.

Se giró en la cama, mirando su cabello largo y oscuro suelto, cubriendo la almohada, caía de la almohada al colchón como si fuera un gran río oscuro que no se nota en la noche más fría y sin estrellas.

Fleur tenía una blusa de tiras negras que jugaba perfectamente con su blanca piel y resaltando las pecas de sus hombros y brazos. Fleur se giró dormida quedando frente a Saúl, sabía que si ella hubiera querido hubiera sido una buena modelo, muchas quisieran tener las clavículas como ella y las pecas les hacía ver más atrayentes. No sabía porque su clavícula le llamaba tanto la atención.

Apartó sus ojos antes de ver más de ella, siempre había admirado ver pecas en las mujeres, le gustaba jugar a contarlas y saber la posición exacta de cada una. Se levantó de la cama notando que algo en él se encendía. Miró a su punto medio y maldijo mentalmente, era temprano, lo entendía pero sabía que contemplar a Fleur dormir, había ayudado más con su amigo.

Se bañó con agua fría por un largo rato, era lo que lo podía calmar en ese momento, porque la otra opción no se podría. Era más fácil que ese día fuera su entierro que llegar al punto máximo de satisfacción si esperaba que pasara algo con Fleur.

Se acercó a la mesa y tomó una hoja y papel, se sentó en la silla, le dio una corta mirada antes de comenzar a escribir .

***

Fleur

"Generalmente soy malo con las palabras cuando quiero hablar contigo. Me he marchado temprano para una junta. Hoy no cuento con que haya pico y placa, así que te pido el favor que no lleves tu auto, quisiera llevarte a cenar. Espero tu respuesta".- Saúl.

Fleur dejó la nota en la mesita de noche después de leerla. Hizo su rutina y llegó a la oficina.

Fleur estaba impaciente, jugando con el trozo de papel entre sus manos mientras se mordia el labio. Ya casi era la hora de salida y aún no le había confirmado a Saúl. Se decidió por aceptar aunque un vacío en su estomago se apoderaba de ella. Salió de su oficina a tomar el ascensor que justo en ese momento bajaba.

Cuando se abrieron las puertas, vio a Saúl riendo con Antoni, quien tenía una cara de diversión genuina. Se imaginó que le estaba contando alguna aventura o la posición que había hecho con Andrea, las cosas de las que hablan los hombres. Los saludo a ambos y bajaron al estacionamiento, tratando de que no se notara sus nervios aunque no sabía porque tendría que estarlo, era solo una cena.

Antoni se despidió de ellos mientras Saúl guiaba a Fleur a su auto gris. Le abrió la puerta y luego de subirse, lo puso en marcha. A Fleur le gustaba ese auto, era silencioso y sus puestos cómodos. Tenía un olor varonil, la colonia que le gustaba usar a Saúl, aquella botella de vidrio redonda y azul que había a la derecha en la repisa superior del baño. Movió su cabeza disimuladamente para sacar tal pensamiento de su cabeza.

Cuando Saúl se detuvo, se bajó rápidamente y le abrió la puerta. Agradeció haberse vestido elegante ese día. Con un vestido negro de tiras y de seda hasta sus rodillas, tacones de aguja negros y su usual abrigo que combinaba con todo. El restaurante era muy elegante. Todas las mesas estaban de pareja, el olor del vino llegó a su sentido del olfato y se permitió disfrutarlo.

—Buenas noches— dijo el recepcionista—. ¿Tienen reservación?

—Sí— respondió Saúl—. A nombre de Saúl Ferguson y Fleur Fernández.

Fleur lo miró con confusión. El recepcionista los guió a una mesa que quedaba frente a la ventana y cerca de la cocina, les sirvió a cada uno en su copa y se retiró.

—¿Por qué no haber dicho señor y señora Ferguson?— le preguntó curiosa.

—Porque no lo eres de verdad.— respondió con un leve encogimiento de hombros.

El mesero llego interrumpiendo la pregunta que le haría, ambos pidiendo su comida favorita, pasta a la boloñesa.

—¿Qué quisiste decir ahora rato?

—¿Qué no lo eres de verdad?— ella asintió—. La verdad, Fleur, ambos sabemos que sólo somos esposo por el papel que firmamos cuando nos casamos por lo civil.

—Pero siempre has mantenido las apariencias.— dijo Fleur monótonamente y bebió de su copa.




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