30 Días A Su Lado.

Capítulo 8: Día 8.

Saúl

—Por Dios, Saúl, pensé que no contestarías.

La voz de Antoni al otro lado del celular sonaba exaltada.

—¿Qué haces llamando tan temprano, Antoni?— dijo con voz adormilada mientras se pasaba una de sus manos por el rostro.

Escucho el resoplido de frustración de Antoni.

—¡Saúl, son más de las ocho de la mañana!— le informó—. Es lunes y tienes una reunión hoy.

Saúl se giró en la cama para ver a Fleur, pero no estaba. Se levantó de la cama y tocó la puerta del baño, esperando que no hubiera nadie. Dejó el celular en el mesón y se desvistió rápidamente, el agua fría le ayudó a despertarse, se cepillo y se afeito la barba de tres días que tenía. Se vistió rápidamente con el primer traje que encontró y salió con las llaves en busca de su auto. Subió y reanudó la llamada de Antoni.

—Antoni, voy en camino— le informó—. Estaré justo a tiempo.

—Eso espero, Saúl— dijo su amigo—. Esta junta es importante, sabes que debemos hablar de la nueva colección.

—Lo sé, Antoni— dijo y cruzó la calle antes de que un semáforo se colocará en rojo—. ¿Sabes si Fleur ya llegó?

La pregunta hizo que Antoni riera levemente. Luego escuchó como saludaba a alguien volviéndose serio.

—Le acabo de saludar— le respondió—. ¿Acaso ustedes dos...?

—No, Antoni, no soy como tú— dijo sonando divertido.

—Me hieres— dijo fingiendo dolor—. ¿Qué pasó?

—Te cuento en persona.

—Saúl, dime ahora, aún debes estar conduciendo.

Saúl se rio.

—Te contaré entonces— dijo—, pero no sabía que tenías nalgas.

—¿De qué hablas?

Saúl rio otra vez.

—Si te das la vuelta, lo sabrías.

Antoni hizo lo que dijo Saúl. Ambos colgaron.

—Muy gracioso— trato de no reírse—. Cuenta.

Saúl le contó que pasaron juntos todo el domingo. La mañana y tarde en la piscina y que luego habían seguido hablando de cosas triviales o de cuando ambos eran niños. Todo como dos amigos.

No había tenido tiempo para pensar en ello pero se dio cuenta de lo que Fleur sentía cuando él se iba antes de que ella despertará.

***

Fleur

Se quitó los tacones y los dejo bajo su escritorio, había pasado de un lado para otro, antes y después de la junta de ese día, donde, había estado con Saúl pero fue diferente a las otras ocasiones. Ahora se miraban más y no se sentía la misma tensión entre ellos. No se había dado cuenta que todo su cuerpo estaba adolorido, todo gracias a Saúl, seguramente él no sentiría el mismo dolor muscular que ella porque practicaba la natación pero antes de llegar a la oficina se dio cuenta que al igual que ella, estaba cansado, aunque no exactamente su cuerpo.

Se había levantado quince minutos tarde a lo que generalmente se despertaba. Mientras lo hacía, la extrañes de despertar al lado de Saúl le invadía y que aún no se levantará le evitó pensar en ello y trato de despertarlo, fue en vano, tenía un sueño pesado. Tal vez fue a causa de haber bebido tanto y agradeció que ella no lo hiciera, no podría soportar una resaca con tanto dolor corporal.

El teléfono sonó.

—¿Si?— encendió el altavoz.

—Señora— la voz de la su secretaria resonó en todo el lugar—, el señor Saúl le manda a preguntar si ya salió para marcharse juntos.

—¿Sabe él que viene en mi auto?

—Sí, me lo ha dejado en claro, aun así, espera su respuesta.

—Ok, dile que ya salgo.

Fleur se dejó caer en la silla, dando un suspiro de lo cansada que estaba. Se colocó el abrigo, tomó su bolso y tacones, saliendo de la oficina descalza. No había nadie, así que nadie le miraría raro.

En el estacionamiento vio a Saúl recostado en su auto gris jugando con las llaves.

—Veo que pudiste despertar.— dijo llamando su atención.




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