30 Días A Su Lado.

Capítulo 14: Día 14.

Fleur

El dolor de cabeza era impresionante y su estómago estaba revuelto. Debería sentirse pesada, cansada o algo por el estilo, pero no, aparte del dolor de cabeza y las ganas de vomitar, no tenía nada más.

Se sentó en la cama y lo noto. Estaba desnuda, se cubrió con la sabana y vio como el cuerpo desnudo de Saúl estaba a su lado, con los brazos a su costado y boca bajo. Se levantó de la cama, mareándose casi instantáneamente, la ropa estaba en el suelo y varios libros de la mesa también. Fleur se metió al baño y cuando estuvo lista, bajo a la piscina.

Tratando de no recordar nada, cerró los ojos mientras recibía el cálido sol mañanero del domingo y esperaba el batido que Anitta le prometió para que se sintiera mejor. Fue en vano, recordó a la perfección toda la noche anterior.

Estuvieron bailando, el cambio de ritmo los hizo estar muy cerca. Se dio cuenta que le había bailado muy sensualmente y que ella, se sorprendió aún más, que tuviera la iniciativa de besarlo. Saúl no le había rechazado, en cambio jugo con sus labios y manos de una manera que ella había olvidado.

Después de eso, ella había tomado la iniciativa y se habían retirado de la discoteca, Saúl conduciendo a una velocidad diferente a la acostumbrada, acelerando un poco más. Ella sentía la necesidad de llegar rápido a la casa.

Cuando llegaron, la demora fue detener el auto, ella se subió sobre él besándolo, quedando aún sentado en el asiento, busco el interruptor que hacía que el asiento se echará hacia atrás haciendo que hubiera más comodidad. Saúl abrió la puerta y se bajó con ella, de manera que le cargaba, se sorprendió de que no le hubiera golpeado al momento de salir.

Luego se bajó y abrió la puerta, con Saúl a sus espaldas besando su cuello y pasando las manos por sus piernas y cintura. Cuando entraron, ella se giró para besarlo y subieron las escaleras a paso desesperado. Fleur desabotonando los dos botones que tenía la camiseta de algodón de Saúl y después los pantalones. En el cuarto, le quitó la camiseta y los pantalones, quedando en bóxer. Fleur se giró y Saúl bajo el cierre del vestido, quitándoselo. La condujo hacía la mesa que había en el lugar y le subió allí, posicionándose entre sus piernas.

La forma en que besaba su cuello y pasaba las manos en su piel desnuda le provocó un escalofrío de placer, evitó gemir ante el roce, le quitó el sostén de un movimiento ágil, sin enredarse. Necesitaba estar con él pero su juego de manos y el tiempo que empleaba para hacer algo le desesperaba. Lo empujó a la cama, se subió sobre él y comenzó a besarlo, sus labios sabían a los mojitos que habían bebido y a una menta que compro tiempo después.

La ropa interior desapareció y ella comenzó a moverse tal cual como había hecho en la discoteca, con una mano de él en su cintura y otra en su seno, nunca había sentido que sus manos fueran tan suaves como en ese momento. Saúl se giró quedando sobre ella, tomando el control. Había sentido que le mordió levemente en el cuello, nunca le había gustado pero esta vez le dejo pasar, la mordida le había hecho cruzar una corriente de pasión a todo su cuerpo.

—¿Fleur?

La voz de Saúl le hizo volver a la realidad, estaba frente a ella, tenía su cabello revuelto y húmedo, tenía una pantaloneta y una camisa.

—¿Si?— le dijo.

Al sentarse, vio que su pecho subía rápidamente, estaba agitada, sentía calor y humedeció sus labios al sentirlos resecos.

—Generalmente haría una broma sobre el estado en que estas pero no creo que sea conveniente.

Al parecer Saúl se dio cuenta que Fleur estaba recordando lo pasado en la noche anterior.

—Necesitamos hablar— dijo sentándose en la cama de sol de al lado—. Fleur, la situación se salió de control anoche...

—Lo sé.

—No recuerdo casi nada— hizo una pausa—. Bueno, en realidad recuerdo todo lo que hicimos pero no como empezó, si te hice sentir mal, si te presione para... que todo pasará lo siento.

¿Por qué sentía que su disculpa le molestaba?

—Saúl, yo recuerdo que la que empezó todo fui yo— dijo sentándose también—. Sé que no soy como con las que estás acostumbrado a estar, rubias, delgadas y de ojos claros...

—Eso no tiene nada que ver.

—Aun así, tú y yo no somos iguales, eres el hijo de mis anteriores jefes, y es como si aún lo siguieran siendo. Esto que pasó entre los dos sólo fue el momento, lo que generalmente haces casi todos los fines de semana...




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