Saúl
—Entonces tuvieron sexo.
—Me gusta lo directo que eres, Antoni. — dijo cansinamente.
Antoni se encogió de hombros. Le había querido contar que solo se habían besado pero como el buen psicólogo que era Antoni, le sacó la información completa, además, el hecho de que se hayan ido sin decirle nada a Antoni o Andrea ese día, daba mucho que pensar.
—No está mal que lo hayan hecho— dijo—. Son pareja.
—No lo somos, no verdaderamente, Antoni.
—Como digas— le sonrió juguetonamente—. El punto aquí es que después de todo entre ustedes hay atracción.
—No...
—En este momento soy tu psicólogo— le riño Antoni—. Entre ustedes hay atracción pero el sólo hecho de su matrimonio falso los separa. Ustedes se conocían pero todo se fue por un tubo cuando tus padres llegaron.
—Sí, Antoni, pero me siento... no lo sé.
—Diferente— terminó Antoni por él—. Te sientes diferente cuando escuchas su nombre o su voz, cuando la ves, eso quiere decir que te gusta. Debes hablar con ella para darse una oportunidad. Ambos se la merecen.
—No es fácil, Antoni.
—No lo será con semejante fiera— dijo—. Fleur tiene una personalidad única, su temperamento es fuerte pero todo eso es por lo que ha pasado...
—Y por lo que mis padres le hicieron hacer.
—Quiero hablar sobre eso pero con los dos— suspiro y se levantó para la salida—. Fleur y tú no están juntos sólo porque no han hablado de eso.
Antoni se fue y lo dejo dudoso. Aunque de algún modo sabía que tenía razón. Reconocer que Fleur le gustaba era difícil, como le había dicho ella el día anterior, siempre andaba con rubias y de ojos claros, pero se había dado cuenta que la evitó los dos años de matrimonio al principio por esa razón, pero luego, aunque no lo quiso admitir antes, era que ella era muy hermosa y verla y no poder tocarla era su tormento, porque le gustaba cuando empezó a tratar con ella.
Al recordar lo vivido el día de su cumpleaños no ayudaba. El movimiento de sus caderas contra él y no simplemente se refería al baile, era hipnótico, la forma en que se mordía el labio para no gemir estrepitosamente, su piel suave y sus pecas en los hombros, hubiera deseado poder contarlas esa noche pero el frenesí se lo impidió.
Saúl dejó los pensamientos de Fleur y la otra noche a un lado pero no lo pudo hacer un cien por ciento, verla recordando el momento y lo agitada que estaba le había sorprendido. Al está vez dejar de pensar en ella, trato de tomar el teléfono, necesitaba hablar con su secretaria y pedirle que le dijera a Fleur que está noche cocinaría él al llegar, pero se le adelantaron y contesto la llamada.
—Diga.
—Señor Saúl— era su secretaria—, hay una señorita que desea hablar con usted.
—¿Cómo se llama?
—Sandra...
—Dígale que la veo afuera.
Saúl se levantó de la silla y tomó su saco y al hacerlo pudo notar que había algo raro con él. El recordar a Fleur y la noche que tuvieron el sábado le jugó una mala pasada. Dejó de pensar en eso y se concentró en Sandra.
No podía creer que Sandra había tenido la valentía de llegar a la empresa y menos que se acordara. No sabía lo que quería, le había escrito y él le había bloqueado la conversación, hablar con ella en momentos era desesperante.
La encontró fuera de la empresa, tenía su cabello rubio rizado recogido, sus ojos grises brillaron cuando lo vio. Le saludo cordialmente y la dirigió al estacionamiento subterráneo. Era el único lugar donde podrían hablar sin llamar tanto la atención.
—¿Qué haces aquí, Sandra?— dijo Saúl tratando de no sonar grosero.
—Necesito hablar contigo, Saúl.— dijo.
—Sandra, no tenemos nada de qué hablar— Saúl pasó los dedos por su frente—. Todo quedó claro desde aquella vez, no nos volveríamos a ver y menos a llamar.
—Y trate de hacerlo, pero se me ha salido de las manos.
—Sandra, yo no busco tener una aventura ahora.
Después de decirlo, Saúl comenzó a caminar al ascensor para subir a su oficina, pero la voz de Sandra le detuvo.