Fleur
Después de que hubieran estado juntos, las conversaciones salían más fáciles. Las noches eran un poco incomodas, seguían durmiendo juntos pero cuando cada uno trataba de decir algo, luego se arrepentía, incluso se dormían tarde pensando en que el otro ya lo había hecho.
No dejaba de pensar en lo sucedido esa noche y detestaba que Saúl estuviera cada vez más en sus pensamientos. Antes le había sido más fácil olvidarse de él.
Se dirigía a la oficina de Antoni, él le había dicho que si necesitaba hablar con alguien, él estaría feliz de hacerlo, y ahora necesitaba hablarle y creía poder confiar en él. Había notado a Saúl muy raro la noche anterior, había cocinado mientras sus pensamientos lo llevaban lejos y eso le preocupo. Se había cortado un dedo mientras picaba la cebolla, se le había pasado la mano al momento de echarle la sal a la sopa. Le pregunto qué le pasaba mientras comían pero él le respondió que nada y Fleur se daba cuenta de que mentía.
—Hola.— saludo a la secretaria de Antoni—. ¿Se encuentra el señor Antoni?
—No, señorita, acaba de salir a la sala de juntas.
Fleur le agradeció y camino de vuelta a su oficina pero se lo pensó mejor. Espero el ascensor pero decidió que mejor subía las escaleras. La sala de juntas quedaba más cerca a las escaleras que al ascensor y era tiempo que después tomaría para otra cosa.
Le sorprendió que sus tacones no hicieran tanto ruido, abrió la puerta de la sala de juntas y escuchó las dos voces al otro lado.
—¿Qué Sandra que?— dijo Antoni sorprendido.
—Lo que escuchaste, Antoni— dijo Saúl—. Tiene un hijo, de casi un año.
—¿Sabes lo que esto significa?
Fleur podía verlos perfectamente, Saúl estaba sentado en la mesa mirando un vaso entre sus manos, su bebida favorita, el whisky. En cambio, Antoni estaba de pie, caminando de un lado para otro con sus manos en la cabeza.
—Sé muy bien lo que significa.
—¿Entonces?
—Sólo no estoy seguro de que sea mi hijo— le dijo Saúl mirándolo.
Fleur reprimió un grito de sorpresa. Escuchar a Saúl decir aquellas palabras era impresionante.
—¿Acaso no recuerdas que la conociste hacía más de un año en uno de nuestros viajes en el yate?
—Me acuerdo perfectamente de eso, Antoni— Saúl lo miro—. Pero sigo creyendo que no es mío...
Fleur cerró la puerta de la sala de juntas y se giró para ir a su oficina. Estaba bajando cada escalón tomando su tiempo, la información le era difícil de digerir. Pego su espalda a la pared, sentía que su pecho le pesaba.
—¿Fleur?
—Andrea— le sonrió—. ¿Cómo estás?
—Bien— dijo pero le miró con atención—. ¿Qué tienes?
—Nada. ¿Vienes a buscar a Antoni?
—Sí. ¿Por qué?
Fleur le pidió que le siguiera, se dirigieron a la oficina de Fleur, no sin antes decirle a su secretaria que apenas fuera la hora de salida se fuera tranquila y que si preguntaban por ella que ya se había marchado. Se quitó la chaqueta que tenía que hacía parte del traje, dejó los tacones a un lado y sirvió dos vasos con whisky, era lo que más abundaba en la empresa al ser la bebida favorita de Saúl.
Fleur le entregó un vaso a Andrea, Fleur sentándose en su silla detrás del escritorio y Andrea frente a ella.
—Ahora sí, dime que pasa.
—Es Saúl— dijo dando un trago largo—. Desde la salida a la discoteca hemos tenido más... acercamiento.
—Entonces esa noche tuvieron sexo.
Fleur le miró con desaprobación y luego suspiro.
—Sí, tuvimos sexo pero ese no es el hecho. Siento que me oculta algo, a veces se porta tan bien conmigo, luego siento que no quiere decirme lo que le pasa.
Fleur bebió el resto que quedaba en su vaso, casi sin respirar y se sirvió otro. Se dio cuenta que Saúl le interesaba más de lo que pensaba.
—Siento que no he hecho nada mal para que desconfíe de mi— bebió de nuevo.
—¿A ti te gusta Saúl, Fleur?
Fleur miró a Andrea sin decir una palabra. ¿Qué le diría? Ni ella conocía lo que sentía hacía Saúl. A veces quería salir corriendo lejos de él, luego le preocupaba si llegaba a dormir tarde. Bebió de nuevo.