Capítulo 23: Día 23.

Fleur

Sentía sus piernas dormidas, su cuello le pesaba, la espalda le dolía levemente, estaba cansada. El día anterior había acompañado a Saúl a una reunión con James, el dueño de la empresa publicista que estaría involucrada con el lanzamiento de la nueva colección, la que ambos esperaban que los llevará a comercializar al exterior.

Al parecer, James no sólo quería firmar el contrato, también quería hacer un pequeño viaje a su finca a las afuera de la ciudad. La idea los tomó por sorpresa, fue tanto lo que James insistió que propuso que él podría prestarle la ropa de su hijo a Saúl y la de su esposa a Fleur.

Fleur disfruto reírse de cómo le quedaba la ropa a Saúl, le ajustaba bien pero era demasiado larga. James era más alto que Saúl y ella debió imaginar que el hijo sería igual o más alto que su padre.

Habían cenado en el comedor, con el sol del atardecer iluminando la habitación, en la noche había hecho frío pero James y su esposa habían preparado la chimenea, pasabocas y vino, para pasar el frío. Habían llamado a la empresa para decir que no asistirían al día siguiente.

Fleur se quedó mirando a James y a su esposa, les recordaba a sus padres.

Ahora iban de camino a la casa. Cuando Saúl detuvo el auto, los dos se bajaron al mismo tiempo, ella aún tenía un vestido a medio muslo rosado y Saúl tenía un jean que en sus tobillos estaba recogido y una camiseta. Al parecer Saúl notó lo cansada que estaba y le cargo, como debió hacerlo el día del matrimonio al llegar a la casa.

— ¿Tienes problemas con tu peso?— le pregunto mientras subían las escaleras a la entrada principal.

—No, ¿Por qué?

Saúl introdujo la llave de la casa y entró sin necesidad de bajarla. Fleur había pasado los brazos por el cuello de Saúl y le sonreía con su rostro muy cerca al de él.

—A veces pesas menos.

— ¿Me has dicho gorda?— dijo Fleur fingiendo dolor—. Otras veces no te importa mi peso sino lo que se puede hacer en el momento.

Saúl sonrió, apenas y había cerrado la puerta tras él. Aún seguían en la entrada, Fleur corto el poco espacio que quedaba y lo beso. Un beso que al principio había sido cariñoso y que ambos profundizaron, Fleur supo que estaban caminando a otro lugar, hasta que sintió la mesa a sus espaldas, Saúl le dejo allí, mientras aún le besaba pero jugaba con sus manos, recorriendo cada rincón de su cuerpo, no había espacio que no conociera pero siempre lo encontraba poco explorado.

—No sabes las ganas que tengo de quitarte ese vestido que tan bien te queda. — gruño él en su cuello.

—Hazlo. — le animo ella.

El momento no le había dejado prestar atención a su alrededor, las luces se encendieron y vio que estaban en el comedor, sentía que los miraban y busco a Anitta que era la única persona que podía estar en la casa pero empujó a Saúl, haciendo que dejará su cuello libre, él la miró.

— ¿Qué pasa?— le pregunto.

Fleur señaló hacía la entrada del comedor, esperando que él mismo se diera cuenta.

Saúl se giró y cuando los vio, apretó su mandíbula y las manos.

— ¿Qué hacen ustedes aquí?

Saúl había usado un tono que era poco probable que se usará con las personas que estaban frente a él. Hasta donde estaba sentía su enojo, Fleur se bajó de la mesa y los miró. La mujer tenía los vestidos que acostumbraba a usar, de ceda y con abrigos de pieles, sus tacones del color del vestido y su cabello recogido en un moño alto, él con sus usuales trajes de corbata negro, zapatos brillantes y su cabello castaño perfectamente peinado hacía el lado derecho. Ambos sonreían.

—Estamos visitando a nuestro querido hijo. — dijo él pasando por desapercibida a Fleur.

Fleur noto como Saúl apretaba más su mandíbula, tenía miedo de que se rompiera algún diente.

—Saúl...— le dijo Fleur acercándose a él.

Colocó una mano en su hombro y otra en su mano que estaba en un puño fuerte. Sus músculos tensos, sentía la rabia que él sentía.

Saúl la miró a medio lado, la tomó por la mano sin hacer fuerza y pasó por el medio de sus dos refinados padres, seguido por ella y salieron de la casa.