30 Días A Su Lado.

Capítulo 25: Día 25.

Saúl

— ¿Me pueden decir que eso lo que esperan de esta visita?— dijo Saúl.

Entraba a la sala, desde que ellos habían llegado no había vuelto a su casa o más bien la de ellos. Ambos estaban sentados en el mueble, cada uno leyendo, su madre una revista de moda y su padre el periódico.

—Buenos días, hijo— dijo su madre—. ¿Cómo...?

—Para, mamá— le interrumpió—. Díganme que tienen en mente. Que quieren lograr con este regreso.

—Nada, Saúl...— comenzó su padre.

La sonrisa que cada uno tenía era fingida, lo sabía, lo presentía. Era una sonrisa que odiaba, no supo cómo los dos aprendieron a hacerla, a alzar más la comisura izquierda de su labio y juntar las cejas. Odiaba cuando sonreían así, eso significaba que mentían y había algo tras ello que anhelaban.

—En este momento— le interrumpió Saúl—, me dirán que quieren. No pienso dejar que tengan lo que quieren esta vez, basta de manipular y de obligar, soy su hijo y se supone que así no debe ser una relación entre padres e hijos.

Sus padres se miraron y sus rostros se volvieron serios.

—Tienes razón— dijo su madre—. Pero todo lo que hacemos es por tu bien, por asegurarte un futuro de bien.

—No, ustedes no pueden obligarme a hacer lo que se les antoja­— hizo una pausa—. Quiero que me digan la verdad, basta de fingir, sean sinceros.

—Queremos que te alejes de Fleur. — dijeron al mismo tiempo.

— ¿Por qué?

—Porque ella no te dará un heredero— dijo su madre—. Y necesitas uno.

— ¿Quién dice que no lo tengo ya?— les dijo—. ¿Acaso no pude haber estado con otra persona y haber tenido un heredero?

—Sabemos que lo de Sandra y tú no llegó hasta ese punto— intervino su padre casualmente—. No me mires así, nosotros nos enteramos de todo.

Si eso era cierto, entonces era probable que ellos supieran que Fleur nunca estuvo embarazada y estaban pendientes tanto de él como de Antoni y Fleur. Al parecer hasta querían controlar su amistad con Antoni.

— ¿Por qué hacer esto?— dijo—. ¿Por qué obligar a su único hijo a estar con una persona que no quiere?

—Eso no es lo que vimos hace dos días atrás.

—Esta conversación no va a llegar a ningún lugar— dijo Saúl y suspiro—. Ustedes no la van a tocar, no dejaré que le hagan lo mismo que a Melissa, no lo permitiré.

Después de decirlo, pudo notar que había sonado demasiado serio, enojado. Camino a la salida.

— ¿A dónde vas?— pregunto su madre.

—Voy con mi esposa, necesito protegerla de ustedes.

— ¿Y ella sabrá protegerse de ti?— dijo su padre.

Saúl se mordió la mejilla, cualquier cosa podría ser usada en su contra, que irónico. Ver a sus padres era verla a ella, con sus ojos verdes, su cabello rojizo largo, aquel que se oscurecía cuando se bañaba. Saúl salió de la casa cerrando la puerta tan duro, que provocó que el pequeño vidrio de la puerta se rompiera.




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