La mañana empezó demasiado ajetreada para mi gusto, y para al colmo desperté sola y por el pequeño rayo de luz que se filtraba por la ventana. Odiaba despertarme y no verlo a él, era un mal habito que había adoptado en los últimos dos años, el tiempo que llevábamos viviendo juntos.
Mi móvil no dejaba de vibrar, así que aún medio adormitada estiré el brazo hasta alcanzarlo. Sin siquiera mirar de quien se trataba conteste, me llevé el teléfono a la oreja y conteste.
“Holaaaa, cuñisss”
Saber que la persona que me llamaba era mi cuñada era símbolo de que algo estaba por pasar. Desde que empecé a salir con su hermano nuestra amistad se vio afectada, claro está que eso nada más fue al principio, ya que pensaba que únicamente estábamos para follar, pero se equivocó.
«Por favor, matadme de una sola vez. ¡Apenas son las nueve!»
“Hola, Charlie. ¿Por qué me has llamado a esta hora?”
“Menuda forma de tratar a tu cuñada. ―No puede evitarlo y rodé los ojos, a pesar de que ella no iba a ver el gesto de irritabilidad― Lo dejaré pasar porque te quiero mucho y porque este fin de semana iré a visitaros, no es plan de volver a estar mal contigo.”
Con tan solo recordar la única vez que nos enojamos de verdad, me produce risa. Sé que ambas lo pasamos mal esos cuatro meses ―estos fueron una auténtica tortura―, nunca había transcurrido tanto tiempo sin hablarnos, pero gracias a Darren ―quien fue el motivo principal de la disputa― volvimos a hablar, al final el problema fue el mediador entre ambas, luego de aquel día acordamos de reunirnos en la misma fecha para celebrar que seguimos siendo amigas.
«¡Alto! Que el mundo se detenga.»
“¡Aahhhh! ―De la emoción que me provocó aquella noticia no puede evitar gritar. Mis vecinos de seguro pensarían que estaba loca, pero me daba igual, al fin volvería ver a aquella loca.― Al fin te animas a venir, ya era hora,”
“Ya ves, pero no iré sola. Quiero aprovechar mi visita para presentarles a alguien”
“No me digas que…”
“Sí, al fin pasó lo que tanto había querido.”
“Ya quiero verlo.”
“Créeme cuando te digo que es lo mejor que me ha pasado, agradezco haber estado en aquel sitio y en aquel momento.”
La conversación se extendió más de lo previsto y cuando me di cuenta ya era hora de irme a la universidad. Sin ganas y con las pocas energías que me quedaban me preparé para ir a clases, en este momento anhelaba la vida que tenía Darren, él ya se encontraba trabajando en uno de los mejores bufetes de abogados.
Lo único bueno que encontraba de la universidad era el campus, los amigos que había hecho y la cafetería, el café que preparaban me daba mil años de vida y era lo que me animaba a seguir adelante y escuchar las aburridas clases.
La primera clase del día era con el profesor Benet, era un buen profesor, el problema era la asignatura de derecho penal. Aun cuando ponía mi mayor empeño, se me hacía una asignatura demasiado tediosa.
Tomaba nota de las cosas más importantes que iba diciendo e intervenía en los momentos que creía idóneos.
Lo único malo de todas las clases era Violetta, odiaba todo de ella, su presencia me desagradaba y escucharla era una auténtica tortura. En más de una ocasión intenté llevar la fiesta en paz con ella, pero era imposible. Me caía mal, al principio, intenté ser su amiga, pero cuando vi su doble cara y el gran ego que tenía me alejé. El problema se formó cuando me acusó de maltratarla, y aunque nadie me conocía al principio, estuvieron de mi lado, ya que había tenido varios problemas al principio con otras compañeras.
Al acabar las clases le respondí a Darren, me había escrito informando de que cenaríamos fuera y que me pusiera más hermosa de lo que ya era, era tan lindo.
Antes de irme me despedí de todos y me fui junto con Morgan. El rubio se había convertido en mi mejor amigo, y al parecer él solo me veía como su chófer personal.
—Morgan, ¿algún día me dejarás de ver como tu chófer o qué? —Le pregunté mientras abría la puerta del auto.
—No lo sé, quizás cuando los cerdos vuelen.
—Entendido, pues quiero que me empieces a pagar, estás abusando del servicio que te brindo
Arranqué el auto y puse rumbo a nuestros hogares. Como siempre, Morgan se encargaba de poner la música, pero esta vez la melodía era casi inaudible.
—Emi, eso es imposible. El pago que recibes es mi presencia y mis besos —su voz se volvió algo ronca y sensual.
—No es suficiente, quiero más.
—Si quisieras podríamos vernos esta noche, en mi departamento: cena, a la luz de las velas, peli y finalmente…
No puede aguantar más y estallé en carcajadas, pocos segundos después Morgan se unió. Aquella conversación era absurda y se podía malinterpretar.
La relación que manteníamos era de lo más extraña, incluso cualquiera podría pensar que tenemos nuestros encuentros, pero no es así; Morgan es como un hermano mayor al cual aprecio y sé que puedo ser yo misma. Además, lo he visto en sus peores momentos, sobre todo cuando le rompieron el corazón, esos días fueron los peores, aun así no lo dejé solo y lo apoyé en todo lo que necesitaba.