4 años antes
No sé como Charlotte West ha conseguido convencerme de ir a las carreras clandestinas, que se celebran a las afueras de California, se tarda una horas más o menos en llegar.
—¿Cómo has podido convencerme? —le pregunté algo indignada, por el simple hecho de que no me quiero ver involucrada en algo ilegal.
—No me costó mucho, ya sabes que después de insistir por un buen rato tu te dejas convencer —dijo soltando una carcajada.
—Te odio —solté de golpe mientras aguantaba las ganas de reir.
En todo el trayecto ambas fuimos cantando distintas canciones e íbamos haciendo los coros de estas, daba igual si eran en inglés o en español —el último nos costaba un poco hablarlo, pero almenos solo estábamos nosotras dos en su auto y no quedarían testigos que nos hicieran bullying por la forma que cantábamos—.
Una vez llegamos Charlotte dejó el auto en una distancia prudente, del lugar donde se hacen las carreras. Nos tocó caminar unos cuantos minutos.
Había un montón de personas observando a los participantes que correrían aquella noche, para mi suerte llegamos justo a tiempo ya que las carreras estaban apunto de empezar.
La voz del organizador resonaba por los altavoces, todos estaban eufóricos por ver el inicio de las carreras.
«¡Las carreras van a empezar en unos minutos, esta vez haremos algo que hace mucho no hacemos!»
Alguno de los corredores ya se encontraban en la línea de salida, las apuestas seguian aumentando hasta que la misma voz de antes volvió a hablar.
«Los corredores irán acompañados por una mujer, ellas irán de espalda a su acompañante y estarán sujetas a su compañero por un cinturón.»
Todas las chicas se empezaron a posicionar detrás de sus acompañantes, el público estaba eufórico por el inicio de la carrera. Una chica esbelta y pelinegra —la cual lucía un short ajustado y bralette rojo— se posicionó delante de los corredores y fue ella quien dio la señal para que la carrera iniciará.
—¡Cinturones fuera! —las acompañantes bajaron de la motos para luego volver a subir, esta vez colocaron sus espaldas contra las de sus parejas; les pasaron sus cinturones y finalmente ellas fueron quienes acabaron uniendo ambos extremos.
Antes de que la pelinegra bajara ambas banderas, los motores ya se encontraban rugiendo y algunas de las jóvenes ya habían cerrado los ojos, en realidad eran pocas las que aún los tenían abiertos. En el momento que ella bajó las banderas, se escucharon algunos gritos provenientes de los espectadores, demostrando la euforia que sentían.
Desde un inicio tres de los corredores salieron igualados, dejando a los demás mordiendo el polvo, en ningún momento se adelantaron aunque lo intentaban. Apunto de llegar a la recta hubo un corredor que agarró ventaja, este iba en una Suzuki G5R-X roja, le dió más gas a la moto y logró llegar primero a la meta.
Vi a una rubia, junto a otros chicos, correr hacia los ganadores. En el lapso de tiempo en que se organizaba otra carrera Charlotte y yo nos topamos con un grupo de amigos ―a decir verdad, todos estaban muy buenos e incluso me cuestione mi orientación―, nos invitaron a compartir unas cervezas y ver las próximas competiciones juntos, aunque dudamos por unos largos minutos, cuando Charlie aceptó la seguí para no dejarla sola.
La noche seguía transcurriendo, los participantes iban y venían al igual que el alcohol. En algún punto de la noche perdí a mi amiga, las alarmas empezaron a saltar en mi mente, le pregunté a Braian ―uno de los chicos que conocimos hoy―.
—Creo que se ha ido por ahí —señaló a la derecha.
Asentí, pero antes de marcharme me despedí de ellos. Seguí el camino que me había indicado Braian, cabe decir que recibí algún que otro codazo de parte de los espectadores, a pocos metros de Charlotte un tipo acabó chocando conmigo: el vaso rojo, de cerveza, que tenía en mi mano derecha acabó en su camisa negra y en partes de mi blusa blanca.
―¡MIRA POR DONDE VAS NIÑATA! ―gritó furioso aquel chico.
―¡NO ME GRITES IMBÉCIL DE MIERDA, YO NO TENGO LA CULPA DE QUE NO MIRES POR DONDE VAS! ― espeté furiosa.
Quizás si no tuviera alcohol en mi organismo, ahora no le estaría gritando a alguien que me sacaba media cabeza y que tiene cara de querer matarme. Él se estaba acercando cada vez más a mi, su cara estaba a tan solo a unos centímetros de la mía, podía sentir nuestra respiración chocar.
―Yo no fui la que se quedó embobada viendo ahí ―susurró en mi oído, su voz aterciopelada hizo que por unos leves segundos mis piernas. Mi vista se encontraba puesta en mi amiga.
―Al menos yo me fijo por donde voy y no le tiro la cerveza a los demás ―me crucé de brazos e intenté apartarme de él, digo intenté, porque no me dejó hacerlo.
―¡Kyle! ―entre el bullicio se pudo escuchar a un chico que venía corriendo hacia nosotros―, te están buscando.
“Así que se llama Kyle, bonito nombre para alguen tan idiota com él.”
―Que esperen, estoy ocupado en estos momentos ―su voz sonaba enojada, aquel individuo fijó su mirada en mí. No sé por qué, pero su presencia no me transmite nada bueno; al contrario me daban ganas de salir corriendo.