Un mes después
Había pasado un mes desde que fuimos a las carreras, cabe decir que volvimos más veces y para mi suerte no me volví a topar con aquellos dos sujetos ―cosa que muy en el fondo me alegraba la existencia, ambos hombres me producían diferentes emociones. Mientras que el castaño me hacía temblar las piernas y lograba sacar aquella faceta que siempre evitó, su amigo o lo que sea de él, me daba mucho miedo y no era por los múltiples tatuajes que lucía en su piel —amo los tatuajes e incluso me haría alguno— sino por su aura; esta era oscura y tenebrosa.
Más de una vez nos escapamos para ver las peleas, en alguna que otra ocasión incluso llegué a formar parte. No voy a mentir, sentir la adrenalina correr por mis venas era la mejor sensación del mundo, me daba igual si era la que competía o la acompañante; todo se resumía en el viento rozando mi piel y mi melena castaña volando,eso me producía un éxtasis que no había sentido nunca.
Cuatro semanas habían bastado para darme cuenta de que aquel mundo lleno de peligro me llamaba demasiado la atención, hasta el punto donde me daba igual meterme en la boca del lobo, quizás todo se resumía en que era la hija de Leonardo Myers —un famoso corredor de motoGp— y por lo tanto en mis venas corre la sangre de un gran corredor.
Aún siendo mayor de edad mi madre siempre estaba al corriente de todo lo que hacía, y por eso le comentaba lo de esta noche. Habíamos quedado para reunirnos en BlueNight, uno de los mejores antros de California, el propietario no llega ni a los 25 años y ya había logrado abrir otros locales con diferentes nombres —pero siempre llevan la palabra “Blue”—.
—Mami, ¿no te molesta que esta noche salga con Charlie verdad?
Como ya he dicho antes, esto es solo una mera formalidad, más de una vez me he escapado por la noche para irme de marcha y nunca se ha enterado. Tengo un gran cómplice que me evita los malos ratos, sí, estoy hablando de mi hermano pequeño; Asher.
—Uff, Emily, sabes que no me gusta que salgas de noche —por la forma en que estaba formulando la frase no sabía cuál iba a ser su próximo acto, ya que su tono de voz era neutro, me podía esperar cualquier cosa—. Me parece bien porque sé que Charlotte es una buena influencia y no permitirá que nada malo te pase.
Adoro que mi madre le tenga tanta confianza a esa loca, porque si, mi amiga algunas veces parece de manicomio, pero con todo y eso la quiero. En algún punto he llegado a creer que no debería confiar tanto en ella, aún recuerdo que me dejó sola en las carreras.
«¿Pero qué se puede esperar de una amistad que lleva tantos años? Después de todo nuestras madres nos vieron crecer juntas, y somos un miembro más en la familia de la otra.»
Para mi madre Charlie es otro miembro de nuestra pequeña familia, incluso tiene su propia habitación.
—¡Gracias ma’!
Acabé de poner el lavavajillas y subí a mi habitación para continuar con mi nueva lectura, Culpa mía.
La tarde se me pasó en un abrir y cerrar de ojos, y cuando menos lo esperaba ya eran las diez de la noche. Charlie era capaz de enviarme a Júpiter si no estaba arreglada antes de que ella llegara, así que agarré la toalla que estaba detrás de la puerta y salí corriendo en dirección al baño.
No sé si soy la única, pero soy de esas personas que siempre que se meten a la ducha pone su concierto particular, desde hace mucho me establecí aquel hábito ―mi madre lo detesta porquè más de una vez la he despertado, aún cuando no ha sido mi intención―.
Me despoje de toda mi ropa, la dejé esparcida en el piso, y luego me adentre en el interior de la ducha. Al cerrar la mampara abrí el grifo y dejé que la fría agua rozara mi piel.
Luego de quince minutos salí y me envolví en la toalla. Aprovechando que estaba en el baño me empecé a arreglar un poco, primero agarré el secador y me seque la melena —era lo que más me preocupaba, porque no quería mojar mi outfit y pasar fruto por eso—, una vez ya había cumplido mi objetivo, salí envuelta en la toalla.
Rebusqué en el armario hasta que encontré el atuendo perfecto. Un vestido concho de vino, con un escote americano y sin mangas. Dejaba mi espalda al descubierto.
Decidí lucir algo de maquillajes y el pelo lo llevaba suelto, ya que no me dio tiempo para hacerme algún arreglo.
Pasé por la habitación de mi madre para informarle que me iba, abrí la puerta con sigilo y al no verla acostado en la cama la busque en toda la recámara. El único sitio donde me faltaba buscar era el balcón, y allí estaba, hablando con alguien.
—… No puedes aparecer como si nada, ¡te fuiste! —de lejos se podía notar que aquella llamada la había puesto de mal humor. Toqué el vidrio para llamar su atención, ella se giró y juro que la vi palidecer.— Adiós, ni se te ocurra llamarme nunca más.
Mi madre abrió la puerta de cristal y entró a su habitación.
—Ya le voy mami, dormiré en casa de Charlie —le informe mientras le daba un beso en la mejilla—.
—Vale, disfruta.
Asentí y salí de su habitación.