30 DÍas En JapÓn Conociendo El Sol Naciente

CAMBIO DE PLANES

Los meses pasaron, y la llegada del joven Santiago estaba a solo unos días. Me sentía ansiosa por conocerlo, ya que no soy buena interactuando con jóvenes y, honestamente, nunca había tratado con alguien de su edad. Sin embargo, mis expectativas eran altas porque, durante la llamada, nos habíamos llevado muy bien. Estaba emocionada por lo que pudiera ocurrir.

Un par de días antes de su llegada, recibí una notificación inesperada de mi jefe Ken Yamamoto de Day Translations. Me sentí un poco asustada, ya que era muy raro que él nos llamara directamente. Generalmente, lo hacía cuando había problemas con un cliente, errores en algún dato o, peor aún, cancelaciones de nuestro servicio. Pero que me llamara personalmente, sin siquiera enviarme un correo antes, era algo completamente fuera de lo común.

Sin más remedio y con un nudo en el estómago, decidí ir a su oficina. Al entrar, lo vi sentado en su elegante escritorio, vestido con un traje impecable que proyectaba la autoridad típica de un jefe japonés.

—Señora Keiko Fujiwara, pase, por favor —dijo con una voz firme.

Entré con cierta cautela. La oficina era hermosa, ubicada en el décimo piso, con una vista impresionante de la ciudad. El gran escritorio de madera, las plantas bien cuidadas, las estanterías llenas de libros y fotos de él junto a personas influyentes con las que habíamos trabajado, todo en conjunto transmitía una sensación de éxito y poder. Incluso la alfombra combinaba perfectamente con el sofá de cuero que decoraba la habitación. Pero, a pesar de todo, la sensación de nerviosismo no desaparecía. Sabía que mi jefe rara vez llamaba a alguien a su oficina, y que estar allí, frente a él, era algo que muchos en la compañía consideraban inusual, casi intimidante.

Antes de que pudiera decir algo, él habló primero.

—Señorita Fujiwara, he notado que ha hecho un buen trabajo estos días, y que últimamente se ha quedado tiempo extra. Sin embargo, tenemos un problema con la empresa que nos contrató para ser los traductores de los ganadores del concurso de manga.

Al principio, me sentí aliviada. Pensé que la llamada sería por algo que hice mal, pero resultaba que el problema no era directamente por mi desempeño, aunque sí me involucraba más de lo que hubiera querido.

—¿Qué clase de problema, señor Yamamoto?

—Bueno, el problema está más relacionado con nuestra logística. Al parecer, cometimos algunos errores con ciertos documentos, y, sumado a la alta demanda de turistas —especialmente porque este mes es cuando recibimos más visitas—, no podremos cubrir nuestro papel como traductores para la persona a la que fue asignada. En resumen, el joven Santiago no tendrá traductor durante su viaje, y hemos decidido que la reasignaremos a otra persona.

Mi corazón se hundió un poco. Realmente tenía ilusión por conocer a Santiago después de nuestra conversación telefónica. Me hacía sentir algo diferente, quizá una oportunidad para reconectar con mi lado más humano, que se había visto afectado por la relación distante que mantenía con Ai. Además, era injusto para él. ¿Cómo podrían arruinar su viaje de esta manera? Quise decir algo, pero antes de que pudiera formular una respuesta, Yamamoto continuó:

—Perdona si esto es un poco inapropiado de mi parte, y lamento mucho la muerte de tu hermana Himari Fujiwara... pero quisiera hacerte una pregunta. Ella tenía una hija, ¿verdad?

De inmediato, me sentí incómoda. ¿Por qué mi jefe, en medio de una conversación sobre trabajo, mencionaba a mi sobrina Ai? ¿Qué le importaba a él algo tan personal y delicado? La pregunta me tomó completamente por sorpresa, y me quedé congelada por un momento, intentando entender por qué quería saber algo tan íntimo.

Un poco molesta, respondí con firmeza:

—Sí, mi hermana Himari Fujiwara tiene una hija. ¿Qué tiene que ver eso con todo esto?

Yamamoto se mostró un tanto incómodo, como si hubiera sido demasiado directo.

—Perdona si fui muy brusco, señorita Fujiwara. Es que en el pasado trabajé con tu hermana en la misma compañía de traductores, hace unos cinco años.

De repente, lo recordé. Es verdad, mi hermana trabajó como traductora, al igual que yo, pero en una empresa diferente. Aun así, ambas habíamos seguido caminos similares, y creo que en gran parte mi decisión de dedicarme a este campo fue inspirada por ella. Himari se retiró del trabajo cuando yo aún me estaba graduando, ya que ella era mayor que yo, pero siempre quise seguir su ejemplo.

—¿Así que conoció a mi hermana mientras trabajaban juntos? —pregunté, sintiendo que la tensión se disipaba un poco.

—Sí, exacto. Trabajamos juntos en esa empresa y fuimos muy buenos amigos. Conocí a su esposo y, por supuesto, a la pequeña Ai.

Sentí algo de alivio. Ahora comprendía por qué mencionaba a Ai. Me contó cómo se conocieron, cómo mi hermana dejó el trabajo poco antes de que él fundara su propia compañía, la misma en la que trabajo ahora. Todo parecía tener sentido. Sin embargo, lo que dijo a continuación me tomó por sorpresa.

—Lo que quería comentarte es que, un mes antes de que tu hermana falleciera, tuvimos una reunión de excompañeros de la universidad. Me sorprendió mucho ver lo bien que la pequeña Ai manejaba varios idiomas. Tu hermana me contó que ella misma le había enseñado.

Ese comentario me dejó en silencio por un momento. No sabía que Himari había estado enseñando a Ai idiomas con tanta dedicación. Sabía que Ai era muy inteligente, pero no estaba al tanto de lo avanzada que estaba en ese aspecto. Esto me hizo pensar en todo lo que había sucedido desde entonces, y cómo esos recuerdos podrían estar afectando a Ai ahora.



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En el texto hay: famila, latinoamrica, viaje a japon

Editado: 10.11.2024

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