SANTIAGO:
Sentí una gran emoción al darme cuenta de que "Niponcita" me entendía. Quizá dije una o dos cosas fuera de lugar, pero ella me entendía, ¡y eso me llenó de alegría! Tenía tantas preguntas para hacerle mientras seguía leyendo esos papeles, aunque no sabía de qué trataban. Sin embargo, antes de poder decir algo, los guardias de aduanas volvieron a entrar, lo que me puso nervioso de nuevo. Colocaron mi maleta sobre la mesa y comenzaron a hablar con ella, explicándole algo que, claramente, yo no entendía.
AI FUJIMOTO FUJIWARA:
El jefe de aduanas me explicó la situación: una de las maletas de Santiago contenía algo sospechoso y necesitaban su permiso para abrirla y revisarla. A pesar de no conocer a Santiago, la idea de algo ilegal me puso nerviosa; aunque no parecía una mala persona, en verdad no sabía en qué podría estar metido. Lo miré, tratando de mantener la calma, y le dije:
— Santiago, los guardias de aduanas piden tu permiso para poder abrir tus maletas y revisarlas.
Santiago se veía bastante tranquilo, así que eso me dio algo de esperanza de que todo estuviera en orden.
— Por supuesto, Niponcita. Pueden abrir mi maleta —respondió con confianza.
Después de que él firmara los papeles necesarios, los guardias procedieron a abrir la maleta. Lo que vi me tomó por sorpresa. Dentro había una bolsa negra grande. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿Santiago sería algún tipo de criminal? No quería pensar lo peor, pero la idea era inevitable. Con voz temblorosa y una sensación de ansiedad creciente, murmuré:
— ¿Qué es eso, Santiago? —pregunté, con el corazón en un puño.
Santiago solo sonrió sin decir nada, y con ambas manos (una aún esposada) agarró la gran bolsa. Al verlo, los guardias se tensaron al instante, poniéndose en alerta; incluso el oficial que había abierto la maleta dio un paso atrás, visiblemente sorprendido. Santiago parecía no darse cuenta del efecto que estaba causando. Sin esperar a que alguien interviniera, abrió la bolsa por completo, y uno de los guardias, al ver el contenido, murmuró con asombro:
— 肉? (¿Carne?)
Nos quedamos viendo la bolsa en silencio: estaba llena de carne. Parecía que contenía unos 25 o 30 kilos, a simple vista. Volteamos a ver a Santiago, quien continuaba sonriendo de oreja a oreja.
— Son 30 kilos de pura carne, Niponcita. Mi tío me la dio antes de salir de viaje —explicó, como si fuera lo más normal del mundo.
Para rematar, comenzó a buscar dentro de la bolsa y sacó varias cosas más con entusiasmo.
— Mira, también me dio tortillas, salsa, y pico de gallo —dijo, mostrándome los ingredientes. Luego añadió, como si fuera una explicación necesaria—: Pico de gallo es jitomate, cebolla, cilantro y chile jalapeño o serrano picados en cuadritos, servidos juntos.
Todos observábamos a Santiago mientras él, feliz y despreocupado, iba sacando cada cosa de su bolsa y explicándome en detalle lo que era, mientras yo traducía al guardia. Sin embargo, el oficial no pudo evitar hacerle la misma pregunta que rondaba en mi cabeza:
— Santiago, ¿por qué transportaste 30 kilos de carne durante 15 horas hasta Japón?
La expresión de Santiago mostraba una inocencia genuina cuando, con una gran sonrisa, explicó su razonamiento.
— Bueno, Niponcita, fue un regalo de mi tío, y lo aprecio mucho, así que no quise ofenderlo dejándolo en casa. Lo congelé hasta que la carne se volvió hielo, luego la metí en la bolsa y la traje conmigo en el avión. Además, aquí en Japón no venden tacos.
Al traducir esto, los guardias se miraron entre sí con incredulidad, y luego volvieron su atención a Santiago, que seguía sonriendo, contento de haber explicado su motivo. Uno de los guardias entonces me pidió que le hiciera otra pregunta a Santiago:
— Pregúntele si sabe que es ilegal traer alimentos a otro país.
Mientras yo le hacía esta pregunta, uno de los guardias comenzó a hacer un chequeo antidoping a la comida. A pesar de todo, Santiago no dejó de sonreír, y me respondió:
— No lo sabía, Niponcita... ¿estoy en problemas?
Al poco tiempo, el chequeo salió negativo en toda la comida, y pude ver cómo Santiago respiraba aliviado.
Los guardias comenzaron a hablar entre ellos, discutiendo qué hacer con Santiago. Después de un rato, parecían haber llegado a la conclusión de que debían enviarlo de regreso a su país. Sentí que debía hacer algo para ayudarlo, así que pensé rápidamente en una posible solución.
Antes de explicar mi idea, me volví hacia Santiago y le pregunté:
— Santiago, ¿cuántos años tienes?
Sin comprender la razón de mi pregunta, él respondió con una sonrisa despreocupada:
— Tengo (x) primaveras.
Al escucharlo, me di cuenta de que Santiago y yo teníamos la misma edad, lo que significaba que también era menor de edad. Con esta información, miré al jefe de aduanas y le dije con firmeza:
— サンティアゴが未成年であることはご存知ですよね?また、正式な後見人の許可なしに未成年を拘留することが違法であることも知っています。(¿Sabe que Santiago es menor de edad? Además, ¿sabe que es ilegal retener a un menor sin el permiso de su tutor legal?)