30 Días Para Perderte

Día 1

UNO 


(29 días restantes)

 

 

Lunes por la mañana, ¿algo peor que eso?

Tomé mi celular para darme cuenta de que ninguna de mis cinco alarmas había sonado, por lo que ya iba retrasada a la universidad más o menos por dos horas. El clima era muy frío y por consecuente, no había ni un miserable rayo de sol entrando por mi ventana. No podía faltar hoy a la universidad, hoy regresaba Kyle de su intercambio a Londres y como su mejor amiga casi su perra, tenía que contarme todo lo que le había pasado en ese año.

Entre miradas extrañadas y regaños de profesores logré entrar a mi salón agitada por correr. Ahí estaba él, sentado en el mismo banco en el que se solía sentar antes de irse a Londres.

—Un poco tarde Stewart —dijo el profesor al verme.

Me senté a un lado de Kyle y él me sonrió. No es correcto, lo sé, no puedes enamorarte de tu mejor amigo porque se supone que eso es, sólo tu mejor amigo. Un día él tendrá que hacer su vida con otra persona y tendré que aceptarlo, todo por mi cobardía.

—Eden, ven aquí duendecillo —habló Kyle al terminar las clases para abrazarme.

—¿Qué tal estuvo Londres?

Tomó un gran suspiro y después sonrió.

—Lo mejor que me ha pasado hasta ahora.

El mayor porcentaje de la población mundial tiende a tener los ojos cafés, por lo mismo no podía entender qué tenían en especial los ojos de Kyle que hacían derretirme mientras hablaba.

—Sabes, vamos a comer, tengo muchas cosas que contarte.

Así como fue llegamos al restaurante de sushi que estaba cerca de la universidad. Parecíamos niños, estuvimos un tiempo jugando con la comida y contando chistes, mientras Kyle hacía un intento fallido de acento británico.

—Si hubieras estado ahí, las cosas hubieran sido incluso mejores.

—Sólo espero que no hayas conseguido otra mejor amiga porque si es así dejame advertirte que desaparecerá del mapa —bromeé. Lo que venía a continuación no me lo esperaba.

—Creeme que no necesito otras amigas. Durante este año  conocí a la mejor persona del mundo, es todo lo que siempre estuve buscando. ¿Quién diría que mi otra mitad estaba en Londres?

Para ese entonces yo ya estaba muy confundida.

—¿De qué hablas Kyle?

—Eden, voy a casarme en treinta días. Espero que vayas buscando el vestido y las zapatillas.

El sushi que estaba comiendo se atoro en mi garganta de la impresión y comencé a toser. ¿Vestido? ¿Zapatillas? ¿Acaso era una propuesta de matrimonio express?

—Espera... ¿Me estás proponiendo... —el asintió.

—Te estoy proponiendo que seas mi dama de honor para el día más feliz de mi vida.


Oh no...




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