Era un lunes cualquiera de mediados de febrero. El calor era sofocante, no daba tregua ni al amparo del más frondoso árbol. El sol aún iluminaba el despejado cielo cuando llegue agotada a mi hogar.
Lo primero que hice fue tomar una rápida ducha para liberarme del calor del día. Más fresca y relajada, me preparé una cena liviana, la cual degusté en compañía de mi música favorita.
Al terminar levante la mesa y deje los trastos en la pileta, me sentía demasiado cansada por lo que decidí acostarme. Como era aún temprano, encendí la tele para que me hiciera compañía mientras retomaba la lectura de la noche anterior. Aquella historia me tenía atrapada.
No sé cuánto tiempo paso antes de caer en un profundo sueño.
Abrí los ojos, la habitación estaba en penumbras. El reloj despertador marcaba las 3:03 am. No recordaba haber apagado la tele. No pienses, me dije. No quería desvelarme intentando encontrar justificación a ese hecho.
Cerré los ojos con la intención de conciliar el sueño nuevamente, pero un ruido alteró todos mis sentidos. Por un instante creí que había provenido de afuera, pero el siguiente ruido confirmó el peor de mis temores. No estaba sola.
Los nervios se apoderaron de mi, el miedo me paralizó por completo. Mil veces me había imaginado en esa situación, que haría, dónde me escondería. Pero por más que lo intentaba, no podía moverme. Estaba boca abajo, con la cabeza ladeada en dirección a la puerta de mi habitación. Aún mantenía los ojos cerrados, o la oscuridad era tal que no me permitía ver.
Pasos en la cocina, más ruidos. Estaba hurgando. Debía esconderme rápido, quizás meterme debajo de la cama. No seas tonta, pensé, es el primer lugar donde te va a buscar. Sabe que estas aquí, tenés que huir.
Los ruidos continuaban, pronto descubriría que no había nada en esa habitación y pasaría a la siguiente. Debía actuar rápido. La ventana. No, tiene rejas. Debía pensar con claridad, el tiempo se acababa. Podría llegar hasta la puerta sin ser vista, está oscuro ¿Y si me atrapa? Se va a enojar, me va a matar. Pero si no hago nada probablemente también me mate. O algo peor.
Ruidos. Estaba más cerca. Todavía hay tiempo, todavía puedo huir, pero primero debo lograr moverme. Lo volví a intentar con todas mis fuerzas, pero nada ¿Y si mientras dormía entró a mi habitación y me drogo? Mi corazón comenzó a golpear con tal fuerza dentro de mi pecho que creí que se saldría.
¿Qué planes tendría? ¿Buscaría simplemente escapar con cosas de valor? ¿Sería algún psicópata con deseos perversos? Tranquila, deja de perder tiempo. Intente concentrarme nuevamente. Debo mover mi brazo, mi mano, mi dedo. Centré todas mis fuerzas en mi dedo índice. Movete. Puedo. Debo. Maldición. Tic toc, tic toc. El reloj parecía burlarse de mí. Abrí los ojos, por favor. Inténtalo. Con más fuerza. Otro ruido. Está vez en la habitación. Mi corazón se detuvo. El único sonido ahora era la de su respiración.
Abrí mis ojos. La habitación estaba en penumbras. El reloj marcaba las 3:03 am. La tv estaba apagada, estaba sola. Me sentí confundida, perdida. Aliviada. Había sido un sueño. Un mal sueño. La sensación de espanto todavía seguía en mi pecho, no lograba relajarme del todo. No seas tonta, fue solo tu imaginación. Quise incorporarme, pero no pude. Seguía paralizada.
Es tu mente, todavía cree que fue real. Vamos, a levantarse. Pero no podía mover ni un solo músculo. Maldición, te dije que fue un sueño. Un ruido, provino de la cocina. Basta. Cerré los ojos con fuerza. Otro ruido, está vez más fuerte. Sentí nauseas ¿Que estaba pasando? No lograba comprenderlo. Sentía que me tambaleaba sobre una cuerda muy delgada que separaba la fantasía de la realidad ¿Como diferenciar?
Mis sentidos y mi mente me están jugando una mala pasada, pensé. Era eso. La mente es muy poderosa, puede hacer realidad hasta la peor de tus pesadillas. Pasos en la habitación. No existe, no existe. No hay nadie. Abrí los ojos y comprobalo. Abrilos. Cuando sentí su mano helada en mi pierna mi cuerpo se estremeció. Era real.
Pude sentir la aspereza de sus dedos. Manos grandes. No había escape, estaba presa de su voluntad. Su mano subió hasta mi entrepierna, su respiración se aceleró. Era mas bien como un jadeo, sonaba como un animal hambriento. Sediento. Furioso.
Quería gritar, defenderme. Juro que lo intentaba con todas mis fuerzas, pero nada. Ni un solo sonido salía de mi boca. Sentí una fuerte punzada en mi espalda. Una oleada de calor y ardor recorrió mi cuerpo. Me hundí en la oscuridad.
Una luz muy brillante me despertó. Era de día, la luz del sol entraba en grandes caudales por la ventana. Seguía boca abajo. La tele estaba apagada, al igual que el reloj despertador.
Estaba sola en mi habitación. Logré sentarme con un poco de esfuerzo, el cuerpo me pesaba. Mire a mi alrededor, todo estaba igual, nada faltaba. Me levanté, mis piernas temblaron levemente. Me dolía todo el cuerpo.
Intenté dar un paso, pero una fuerte punzada en la cabeza me hizo perder el equilibrio y caí sentada sobre la cama. Estaba mareada.
Mire a mi alrededor sin saber lo que buscaba. Quería encontrar alguna señal de lo que había ocurrido. Muchas incógnitas. Ninguna respuesta. Me levanté nuevamente y lentamente caminé hacia la cocina. Los ruidos habían provenido de ahí. Pero todo estaba en su lugar, nada tirado, nada revuelto. Debía haber algo que confirmara que alguien había estado acá. Busque, pero al mismo tiempo, temía confirmarlo.