¿Escuchas eso? Probablemente no, son las voces miles de ellas. Tal vez estás pensando porque te digo esto, papá no me cree, talvez no estas poniendo atención se escuchan cada vez más fuerte, no creo poder seguir fingiendo que no las escucho.
—Susan, ¿qué te pasa? — Un hombre alto de cabello negro le pregunta a una niña que mira horrorizada al lago.
Cállense, cállense ¡Cállense!
— Papa, ¿qué haces aquí?, no vez que estoy estudiando, solo me quitas el tiempo—. contesta Susan a su padre mientras se levanta de la manta a cuadros que ha tendida en el pasto ignorando todo.
—Susan, no puedes irte aún, no podemos seguir ignorándolo, tenemos que hablar.
Susan sigue ignorando a su padre, camina a su casa una cabaña frente a el lago; es como una mansión tiene dieciséis habitaciones todas amuebladas con baño, dos estancias, un cuarto de juegos y seis habitaciones secretas, al menos son las que había encontrado Susan mientras exploraba, tenía demasiado tiempo para explorar sola.
Su padre el contador Peter Strom había sido contratado ya por la estancia Psiquiátrica Àngels of Paradise, después de que su madre muriera por neumonía se mudaron a Anchorade, al principio parecía que ese lugar tranquilo había calmado a las voces.
—¡Susan! — grita Peter mientras entra a la cabaña —Ya no eres una niña pequeña, tienes que entender que Cloe va a vivir con nosotros te guste o no, donde mierda estas.
Susan esta escondida en una habitación secreta en la parte trasera de otra, su mecanismo se activaba dándole tres vueltas al candelero que estaba en la puerta de la sala misma donde estaba la chimenea.
¡No!, mamá aun me habla no voy a dejar que tú y esa zorra la maten de nuevo... decía mientras trastornada apretaba manos contra sus oídos, en cuclillas contra la pared todo parecía más horrible para ella, para sus demonios.
—¡Mama! (grito ahogado)—
—¡Susan!, Susan... mi amor donde estas— gritaba y balbuceaba en una casa totalmente vacía ante sus ojos.
Se abre a puerta y entra Cloe.
—¡Buen día cariñi! — dice con acento español entrando a la casa cargada de bolsas.
Por su parte Peter seguía en búsqueda de Susan, era su adoración por ella dejaron su vida atrás la casa la estaba matando, por las noches no podía dormir por sus constantes pesadillas y por las mañanas temía dejarla sola ya había tenido un intento de suicidio se cortó las venas de la mano izquierda, no iba a dejar que ella también lo abandonara.
—Pitt no me escuchaste— lo toma de los hombros llamando su atención —oye que grosero eres, y yo que he traído obsetios para ti y para la capulla— Peter ignoraba que fuera un insulto y lo toma como un mote tierno que hacía que ambas se llevaran bien.
—No la encuentro, ya van cuatro veces con esta que se me pierde— lo dice aun buscando con dolor en sus palabras —carajo donde puede estar— sale de la casa ignorando a Cloe.
La señorita Cloe Smith, que no te engañe su dulce e infantil rostro ni su suave y tersa piel, mucho menos su sexualidad cándida que vuelve loco a cualquier hombre, de origen español llego a Anchorade después de que sus padres murieran por un brote de colera, ella y su hermano fueron acogidos por un tío lejano tanto en lugar como en vínculo familiar, talvez si él no la hubiera abusado de tantas maneras a ella el corazón no se le hubiera hecho de piedra.
—Muy bien en ese caso todo queda en mis manos cariñi— dice para sí misma —¡Escúchame bien pedazo de mierda mi prometido acaba de salir de la casa y por tu propio bien y el de él es mejor que salgas! — grita en el pasillo del primer piso —tú sabes que puedo ser muy mala.
Por la mente de Susan llegaban las imágenes del maltrato de Cloe, una vez mientras ella tomaba una siesta por la tarde Cloe la cargo a la bañera con hielos, otra espero a que Peter se fuera y pincho sus dedos con agujas, de hecho la ansiedad y las voces aumentaron cuando Cloe llego a sus vidas, en ningún momento oculto sus malas intenciones con la niña de hecho le hizo saber que en cuanto se casara con su padre la mandaría a el hospital donde trabajaba su padre.
¡no!¡no!¡no!, no dejes que nos lastimen Susan, no queremos apagarnos.
El miedo la invadió y salió sabia de lo que era capaz Cloe y de lo embobado de su padre.
—Allí estas, ahora ve con el estúpido de tu padre y tráelo aquí— Susan sintió tanto miedo, de ese miedo que hace que te duela el estómago y las costillas se te encojan —Es la última vez que tu interfieres en mis planes ¿me entiendes asquerosa bastarda?
Accedió, a todo fue por su padre y calló, siempre calló talvez pienses que es fácil salir de una situación así, pero era una niña aún fácil de manipular, ojalá y alguien la hubiera ayudado, porque cuando uno tiene tanto miedo se arma de valor y saca fuerzas de donde sea.
Al regreso Cloe ya estaba en la sala saco varios obsetios todos nuevos excepto uno.
—Capulla este es para ti— se acercó a Susan con una sonrisa tan bien fabricada que hasta el mismo dios hubiera sido engañado —significa promesa.
—¡Oh por dios Cloe!, que es ese ópalo.
Al abrir la pequeña caja brillaba una cadenita de acero con ópalo en forma de almendra.
—Pitt no señales lo obvio claro es un ópalo precioso blanco, con una cadena de acero porque si, pero póntela capulla— toma de los hombros a Susan y le pone la cadena—perfecta.
Pronto se hizo tarde y como todas las noches Peter llevo a Susan a la cama, su cuarto y el de su padre estaban en el segundo piso uno frente al otro.
—Princesa tienes que dormir— la arropo y la acostó.
—Papa cuéntame esa historia de nuevo.
—Bien, El señor Peter Strom tiene el placer de ofrecerle a usted su amado publico una historia real— narra de manera divertida —sobre los ángeles y los humanos— se aclara la garganta —hace muchos años no recuerdo cuantos exactamente solo existía Dios y los ángeles dentro del cielo. Pero como dios vio que el demonio malo tentaba a los humanos mando a ángeles a la tierra.