Viernes por la tarde, era mi tarde. Estaba completamente concentrada en mí, necesita enfocarme en mis metas y en el partido que se realizaría esta tarde. Quería ganar, íbamos a ganar. Yo iba a ganar.
Estábamos a 10 minutos de empezar el partido, mis compañeras se llenaban de agua mientras yo intentaba hacerme una coleta decente. No me importaba que mi pelo estuviese desordenado mientras jugaba, al fin y al cabo un partido no se gana por como luces, sino por el cómo juegas. Y yo iba a jugar muy bien.
Era el tercer partido de la temporada, y nosotras íbamos invictas. Por esa razón es que ahora a todo el mundo le interesaba ir a ver los partidos, ya que normalmente a nadie le interesaban los partidos de futbol femeninos, siempre preferían a los chicos. Los chicos jugarían el próximo viernes, y aunque yo no participara dentro de su equipo, también me importaba que ganaran. Así podríamos ir a las finales y compartir gastos.
Nuestra entrenadora nos hizo agruparnos en torno a ella para darnos unas cuantas palabras de aliento, ya que era una cábala que tenía. Nosotras apoyamos sus palabras con un grito eufórico, estábamos listas para salir y entregarlo todo.
Salimos a la cancha, el silbato sonó y el partido comenzó.
No necesitaba mirar hacia la multitud para asegurarme de que mis amigas estaban presentes, me bastó con escuchar los gritos y alaridos de Carter y Eli para imaginarme la vergüenza que Sky debería estar experimentando en las galerías.
Mi mente estaba en el juego, y en cada movimiento de mi cuerpo para controlar el balón.
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Editado: 14.05.2019