3/4 Partes de mi corazón

Capítulo 41: Carter

Malditas historias. Malditos libros. Malditos hombres. Malditos autores. ¿Cómo podían crear a un hombre tan perfectamente hermoso y bueno sabiendo que no existe? Travis, maldito y hermoso Travis. Eran las 2:30 de la mañana y acababa de terminar de leer el libro “Maravilloso desastre” de la autora Jamie McGuire, y lo había comenzado a leer esta mañana. 

Hubieron varios momentos del libro en los que tuve que detenerme y respirar hondo antes de continuar leyendo, ya que Travis me recordaba a Derek en diminutos aspectos. Era igual de conflictivo, pero no se acostaba con todo el mundo. Aun así, Travis era un chico perfectamente hermoso, capaz de cambiar y mejorar por la persona que ama, en cambio Derek… Bueno, él no es ni la mitad de perfecto que Travis.

Desde que había visto a Derek el día de ayer, su imagen no había desaparecido de mi cabeza. Era odiable y despreciable, pero me había vuelto a poner nerviosa de la misma forma en que lo hacía cuando tenía 15 años. No debería ponerme nerviosa, no debería estar pensando en él.

Cerré mi libro y lo deje a los pies de mi cama. Mañana tenía clases y debía dormirme para poder despertar a las siete.  Zeus alzó la cabeza cuando sintió que me removía bajo las sabanas, había estado durmiendo plácidamente a mi lado hasta que lo desperté con mis movimientos. Cuando apagué la luz, su cabeza volvió a apoyarse sobre mí para seguir durmiendo.

Soñé cosas horrorosas, soñé con Derek, pero para mi suerte fue imposible de acordarme específicamente del sueño completo. Cuando llegué a clases al día siguiente estuve a punto de quedarme dormida en mi asiento, pero Sky me tiraba sus lápices de vez en cuando para despertarme.

Las horas parecían ser eternas, quedaban muchas horas de clase que me alejaban de mi anhelada cama y lo peor es que sabía que al volver probablemente me encontraría a Elliot en casa. Es curioso, ya no lo detestaba tanto como antes, de hecho, creo que me agrada, demasiado para mi gusto, pero no me gustaba la forma en como mis manos sudaban y mi corazón se aceleraba cada vez que se acercaba a mí.

Mi madre me llamó cuando salí de clases y me pidió que comprara algo para cenar, ya que ella llegaría tarde y no alcanzaría a cocinar  para mí y mi padre. Supuse que tendría que hacerlo yo. Odiaba los fines de mes, ya que mis padres solían tener demasiado trabajo en la empresa y volvían a casa tarde, dejándome morir de hambre.

Pasé a un supermercado y compré verduras y un poco de carne. No sabía cómo cocinar aquello, pero supuse que ya encontraría algún tutorial en YouTube.

Estacioné mi camioneta junto al auto de Elliot y mi primer suspiro fue al darme cuenta de que él seguía aquí. Me bajé del auto con las bolsas del supermercado y mi mochila, y por más que intenté no buscar a Elliot a mí alrededor, lo hice. No demoré en encontrarlo, él ya me había divisado. Ese fue mi segundo suspiro.

Dios mío, no puedes ser tan injusto con el mundo. No puedes darle un cuerpo de un ángel a un tipo tan malo como Elliot, es el mal disfrazado de perfección absoluta. A otros en cambio, a los que somos buenos en verdad (ok, lo que la gente no sabe es que en el fondo, aunque cueste creerlo, soy una buena persona) no nos diseñó con mucho cariño y nos envió a la vida luciendo como si fuésemos mitad troll.

Ese día había amanecido despejado y el frio no había sido para tanto en la mañana, pero después del medio día el calor se hizo inminente en las salas de clases y varios terminamos sin chaquetas o sudaderas. Tal vez Elliot estuviera muriéndose de calor mientras trabajaba en el garaje, pero ¿realmente era necesario que trabajara sin camiseta? No podía mirarlo sin desviar la mirada a su marcado y cincelado torso.

Dios realmente lo había moldeado con cariño.

  • Hey, hola. – Me dijo Elliot mientras se acercaba a la camioneta donde yo me encontraba con las bolsas de supermercado en los brazos y una mochila colgando de mi boca.
  • Hola. – Respondí en lo posible, y la mochila estuvo a punto caérseme. Elliot la agarró.
  • ¿Quieres que te ayude con las bolsas? – Maldito cuerpo que se gastaba. Desvié la vista hacia los árboles, o cualquier parte para no verle.
  • No gracias, no están pesadas. No compré muchas cosas. – Acomodé las bolsas en mis brazos correctamente y tomé mi mochila con una mano. Elliot asintió, nuestro tema de conversación había finalizado, debería haberme ido de ahí y entrar a la casa, era mi oportunidad.- Debes tener calor.
  • ¿Tú crees? – Ahí estaba su tono burlón, le devolví la vista antipática por un segundo, pero luego volví a desviarla. Malditas manos que comenzaban a sudar, de repente las bolsas comenzaron a pesarme. - ¿Qué fue lo que te dio el indicio? ¿El sol o mi camiseta no puesta? – Elliot tenía esa sonrisa arrogante en su rostro mientras miraba los indicios de mi cara al ponerse como un tomate. Yo no soy Eli, a mí no se me notaba cuando me ruborizaba, pero si seguía así, entonces podría ponerme de todos colores.
  • El sudor.- Respondí firmemente y le sostuve la mirada por tanto tiempo que se me hizo posible. Él soltó una carcajada.- ¿Quieres una cerveza? – Pregunté con una sorpresiva amabilidad. – Le traje un par a mi padre.
  • Claro.- Asintió él, y sin pedirme permiso me quitó una bolsa de supermercado del brazo.- Yo llevaré esto, porque supongo que no te has puesto a pensar en cómo abrirás la puerta. – Tenía razón. Elliot cargó con la otra bolsa y me dejó a cargo solo de mi mochila.




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