Hubiera querido ir a la fiesta con mis amigas si es que Lee no me hubiera invitado a cenar esa noche. ¿Lo más gracioso? Es que mis padres ni siquiera me habían puesto problemas. Aceptaron de inmediato cuando les dije que Lee me había invitado.
No entendía qué es lo que él pretendía, pero mi madre me hizo ponerme un vestido amarillo ligero y bonito. Yo había insistido en ir en vaqueros y en camiseta, pero terminé aceptando que iba a morirme de frio si es que la noche se volvía helada. Pinté mis labios con un brillo rosa y cubrí mi cuello con un pañuelo. Tal vez no iba a calmar el frio, pero peor era nada.
Lee fue por mí a las 8 y juntos tomamos un autobús al centro. Dimos un paseo por el cine y decidimos ver una película que estaba en cartelera. Yo ya había visto la película, sabía el final, pero acepté verla de nuevo solo porque Lee no la había visto. Yo nunca veo las películas dos veces, pero por él haría lo que fuese.
Amaba la noche, no hacia frio, pero tampoco calor, la temperatura era la adecuada para caminar. Sentía el peso de mi cuaderno de dibujos en mi cartera, y estaba tentada a sacarlo y retratar el paisaje de Millebane iluminado en noches tan oscuras como esta, pero no lo hice, porque Lee tenía otra “sorpresa” para mí.
Llegamos a una casa bastante bonita con un gran jardín, que supuse que sería la de su madre porque estaba a unas cuadras de donde yo vivía. En cuanto Lee abrió la puerta, la luz de las velas me dieron un golpe suave de calor. Había decorado todo.
La mesa estaba decorada con flores y con un candelabro de tres velas blancas, me senté en una silla y dejé mi abrigo en el respaldo. Lee sonreía de oreja a oreja, fue a la cocina en busca de nuestra cena y la calentó en el microondas. Puede que él no hubiera cocinado nada, y que la pizza fuese poco romántica, pero nunca había probado algo tan delicioso.
Mis brazos rodearon su cuello y él me sostuvo con delicadeza contra su cuerpo, sus besos eran el motor de mi corazón, si dejaba de tenerlos, probablemente me daría un paro cardiaco. Recorrí con mis dedos los botones de su camisa y los fui desabrochando lenta y cuidadosamente. Lee sonreía, y me miraba como si quisiera preguntarme si estaba segura de lo que estaba haciendo. Mis besos despejaron sus dudas.
Mis manos recorrieron su torso desnudo y firme, tocaron sus brazos fuertes y sintieron cada vello de ellos, hasta llegar hasta un poco más arriba de sus muñecas. Bajo mis dedos sentí las cicatrices, que eran prácticamente invisibles, pero solo a la vista, no al tacto. Lee se detuvo al darse cuenta. No se separó de mí, pero dejó de besarme. Me quedo mirando con sus ojos verdes y grandes mientras ambos estábamos sentados en el sillón.
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Editado: 14.05.2019