Todo dentro de mí me gritaba que confiara en Elliot, y me cuesta admitir que lo hago. Normalmente jamás hubiera confiado en Elliot, jamás me hubiera importado, pero lo hacía y eso me molestaba más que una espina enterrada en un dedo.
Él no podía estar echando por la borda todo lo que yo creía de él. No podía estar haciéndome esto, y por sobre todo, no podía estar haciéndoselo a sí mismo. Él había cambiado, yo lo había visto, Elliot no me había mentido, no me había engañado.
Quería gritarle, e incluso tenía el impulso de golpearlo en esos momentos, cuando yo estaba de pie en su habitación y él ni siquiera era capaz de mirarme a los ojos. Me daba la espalda y no me hablaba, yo le había pedido una explicación, pero él se había limitado a quedarse en silencio.
Yo había luchado contra mí misma durante mucho tiempo por culpa de Elliot, había querido odiarlo y no perdonarlo, pero finalmente terminé por aceptar que tal vez… Que tal vez lo quería, con errores y defectos incluidos. No quería darme por vencida con él, porque una parte de mí lo quería, esa era la verdad.
Y me marché a casa en una estúpida camioneta que hacía un ruido insoportable para provocar migrañas. Tenía los ojos llenos de lágrimas y estaba segura de que el rímel se me había corrido hasta convertirme en mapache, pero no me importaba, me sequé los ojos un par de veces con la manga de mi sweater y conduje de vuelta a casa. El cerebro me palpitaba, me dolían las cienes y el cansancio había llegado a mi cuerpo como un balde de agua fría. Necesitaba mi cama, y un pote de helado para sentirme mejor, pero sabía que al entrar a casa tenía que hablar con mis padres respecto a mi hora de llegada y también sabía que no había helado en la nevera.
Me quedé limpiando mi cara con las mangas en la camioneta antes de decidir entrar a casa, tenía que calmar mis nervios para poder mentir bien. Mierda, la cabeza me dolía mucho. Me bajé del auto un par de minutos y después entré a la casa.
Dormí durante toda la mañana y me desperté solo un par de horas antes de la fiesta de compromiso para darme un baño. Me metí a la ducha y me quedé ahí varios minutos más de lo necesario. Mis padres también habían comenzado a arreglarse para la fiesta.
Me sequé el cabello y lo peiné hasta que ya no fuese un completo desastre, luego de eso recolecté todo el maquillaje que estaba esparcido por todas partes de mi baño, e intenté cubrir las maravillosas ojeras. Había dormido mucho, pero seguía cansada y agotada, emocionalmente me sentía horrible.
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Editado: 14.05.2019