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El Arbol de los Deseos

Era primavera, las flores estaban en su máximo esplendor, la brisa era deliciosa y el sol era radiante. Esta es una historia del comienzo de todo, la razón de la mayoría de las cosas y la importancia de la familia.

Un niño se encontraba en el patio de su escuela primaria a la hora del almuerzo, todo parecía ser un día sumamente tranquilo para él, pero algo lo hizo prestar atención a una escena cercana.

—¡Eres una ridícula! —gritaba un niño hacia una pequeña—. ¿Cómo vamos a querer jugar con esas cosas? —señalo sus juguetes.

Los peluches que poseía la niña eran particulares, siendo algo extravagantes, deformes y hasta graciosos.

—¡Solo tenías que decir que no! No hay necesidad de ofender —chillo la niña.

—Además, tu cabello se ve igual de ridículo y tu vestimenta también es muy tonta, realmente eres una… —el niño dejo de hablar porque la niña se abalanzo sobre él y comenzaron a forcejear.

Parecía ser que la niña tenía la delantera en el conflicto, pues estaba tan molesta por sus comentarios que no tuvo piedad alguna de los golpes, arañazos y demás agresiones.

No tardo mucho para que el niño pidiera que se detuviera y ella lo hizo, se alejó, agitada y cansada. Ella no salió ilesa y también poseía un par de golpes en la cara. Ella dio media vuelta para recoger sus juguetes, el niño se levantó y le iba a pegar por la espalda, hasta que nuestro espectador hizo presencia, evitando que le pegara.

—¿No sabes que no le debes pegar a las niñas? —pregunto.

—¡Pero ella fue la que inicio! —se defendió.

Asustada, la niña comenzó a llorar y no tardaron en llegar los maestros. En base a la escena, los docentes creyeron que el niño había agredido primero a la niña y un tercero salió a defenderla siendo el mismo el causante de lastimar al otro niño.

El niño salió de la oficina de los maestros y se percata de la presencia de la niña, lo estaba esperando.

—¡Ah! —se acerca—. Muchas gracias por salir a defenderme —se inclina—. Y lamento enormemente las molestias que te cause.

—No, yo me metí porque quise. No fue tu culpa —reconforto con seriedad.

—¡A—Ah! —le extiende un peluche—. ¡T—Te doy esto en forma de agradecimiento!

El niño lo examina un minuto.

—Está roto —indico.

La niña lo mira y grita porque si se encontraba descocido de un brazo.

—¡No! Mi madre lo había hecho para mí —revela y comienza a llorar otra vez.

Él la miro inexpresivo y lo sujeta.

—Puedo arreglarlo.

—¿De verdad?

—Sí, mi madre me enseñó a coser, un poco.

La niña lo mira emocionada, dejando de lado la breve tristeza que sintió.

—En ese caso. Mañana te preparare el almuerzo en agradecimiento de todo.

—No necesitas hacerlo.

—Quiero hacerlo —sonríe—. Ya me estas ayudando demasiado —baja la mirada—. Todas las buenas acciones se deben recompensar adecuadamente.

El niño la miro asombrado por sus palabras y no puede evitar sonreír.

—Sí que eres una niña rara —comenta.

La niña hace un puchero.

—Por cierto, aun no se tu nombre —menciono el niño.

—¡Oh! Hoshino, Hoshino Nozomi ¿Y tú?

—Endou, Endou Ichiro.

Al día siguiente, el niño llego, buscando a la joven Nozomi.

—¡Ichiro! —escucho que alguien lo llama y cuando voltea, logra ver a Nozomi corriendo hacia él—. ¡Espero que te gusten las tortillas! —Le muestra su bentou—. Porque fue lo que prepare para el almuerzo.

—¿Y la sorpresa dónde queda? —bromea.

—No iba a aguantar sin decírtelo hasta el almuerzo —se quejó.

Ichiro ríe, busca algo en su mochila y le entrega el peluche cocido.

—Listo, lo arregle —sonríe.

Nozomi lo mira maravillada.

—¡Te quedo como nuevo!

—Tampoco es para tanto.

—Para mí sí, para mi si lo es —sonríe risueña.

Ichiro sonríe al verla tan contenta y se lo entrega.

La hora del almuerzo llego y ambos se sentaron a comer el bentou de Nozomi.

—Nada mal ¿De verdad lo hiciste tú? —reconoció.

—¡Así es! —afirma orgullosa—. Yo me encargo de ayudar a mi madre siempre con todo en la casa.

—Increíble —admite.

—Le comenté a mama todo lo que hiciste por mi ayer, y quiere invitarte a comer a la casa —sonríe.

—¿A comer? —lo piensa—. Tendría que preguntar en casa.

—¡Si! Espero que, si puedas ir, deseo que conozcas a mi hermana menor también —lo mira emocionada.

—¿Tienes una hermana?




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