4 Cuentos De Terror Para Este Halloween + Extra

El Señor de la Mosca

En el interior de una casa marchita, los suspiros de vida aluden la presencia de alguien.

Un niño absorto de cualquier visión ajena que distraiga de su reciente misión.

¿Es eso acaso un libro de maldiciones?

No, es un libro de conjuros dispuesto a cumplir deseos a cambio de pequeñas comisiones.

El niño hojea en una página en particular. El aire se espesa y el libro tiembla.

La emoción contenida del infante es superior. Desde su interior, una palabra ya posó en su corazón.

Dispuesto a iniciar la invocación, en el centro de la habitación yace un pentagrama de perfecta unión.

La casa, en general, es una ruina. Pero en años anteriores, vio momentos mejores. Destacándose por su color vivo. Ahora, no queda nada de ese recuerdo afectivo.

Una vez puesto el libro en el centro, los cánticos nacen del suelo, y una mosca, muere y cae durante su vuelo.

Las luces ancestrales, anuncian la llegada de un ángel. Pero este ha caído, desde el cielo hasta el más profundo averno.

No hay miedo en el corazón del niño, sino, está cubierto de ternura. Por un ser vistosamente repulsivo, que llena de amargura el ambiente.

Su reluciente corona, hace denotar su importantísimo cargo en el tártaro.

Su atuendo de gala de un púrpura intenso, opacado por las manchas y los desgarres en la tela presente.

Su joyas platinadas y doradas que decoran incrustadas en el cuerpo putrefacto, no fueron suyas en un principio. Peleó para ganárselas, contra un demonio de alto rango que llamaban como dios de la avaricia.

Su particular olor fétido, que fue hurtado al derrotar a Belial, el fallecido rey de la corrupción.

La presencia maravillosa, dan al niño un espacio sin ninguna cábala alguna.

Sus labios llenos de pureza, pronuncian su nombre: Belcebú, en tu título encuentro una virtud.

El falso rey, inclina su mirada hacia la del niño. Este ve una galaxia comprimida diferente en cada cavidad.

No se inmuta porque sus ojos de cerradura desenmascarada, libran al niño de la maldad y la corrupción del mundo, y aleja las mentiras de su corazón.

Entonces, el autoproclamado rey ve su deseo a través de las cerraduras. Y se ríe de su ternura.

El deseo se ha de cumplir, pero la comisión se ha de pagar, no hay otra opción que elegir.

La pequeña comisión es de igual forma, una pequeña forma de vida. No la mosca, sino el niño perdido no corrompido.

Lo llevará a un lugar mejor, en donde la desazón de los mortales no pueda tocar esa pureza que reluce en fulgor.

Las ruina de un anterior hogar, marchito por el tiempo, esconde suspiros de una reciente vida ausente.

No hay suspiros que denoten una presencia. Solo un libro en el centro de la habitación, símbolo de la decadencia humana.




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