4. Olvido

Capítulo 2: El ángel pecador

Castiel

Con Tamara caminamos por las calles en la búsqueda de sobrevivientes. Sentimos mucho todo lo que ha pasado, nadie merecía todo esto, pero ha sucedido y no se podía cambiar.

Tamara es la que ayuda a las pobres almas en pena a curarse; sin embargo, yo me encargo de los pocos humanos. Ambos tenemos un trabajo duro por hacer y eso es sensacional.

Cuando recorremos todo nos damos cuenta de que hay demasiado por hacer. Nos sentamos un rato a descansar, bajo un árbol que ha sobrevivido al holocausto.

Tamara parece que quiere iniciar una conversación, pero no dice nada y solo me observa. Miro sus ojos color verdoso y le dedico una sonrisa, a lo cual ella responde del mismo modo.

—Pudimos salvar a varias personas —digo, acomodando mi cabello con una de mis manos.

Tamara se acerca y me acomoda mejor el pelo. Le quito la mano rápido y ella me mira un poco apenada, yo le sonrío y me acerco para apoyar mis labios sobre su frente. Pude notar que le incómodo lo que hice y está en su derecho, me porte mal al quitar su mano. Ella solo estaba intentando ayudarme, pero el contacto físico a veces me causa una sensación extraña, una que no puedo explicar.

—Lamento mucho haberte convertido en el ángel pecador —comenta ella, acariciando mi mejilla con ternura.

Niego tan solo una vez.

Sé lo que siente, pero no es su culpa. Yo también decidí ser así.

—No tienes que disculparte. Recuerda, Tamara, yo también fui el creador de ese sobrenombre —admito con seriedad.

Ella suelta una risita divertida y no puedo evitar seguirla. Su risa es sincera; mientras que la mía es de vergüenza. No obstante, prefiero eso a hacerla sentir incómoda por lo sucedido en el pasado.

—¿No te gustaría ver crecer tu envase, Cass? —pregunta apoyando su cabeza sobre mi hombro—. No mal entiendas, luces hermoso, pero Rubby casi se veía de tu edad.

Acaricio la cabeza de ella con la mía, trato de verla de reojo y luego asiento.

Eso era cierto, Rubby se veía de mi edad igual que ella. Había que aceptar que los genes divinos eran complicados para la evolución de un ser humano.

—Sí, me gustaría verme como un mundano y crecer, pero... —Ella se separa para verme mejor a los ojos—. Los envases no crecen, a menos que decida hacerlo.

Tamara intenta cambiar y crecer, pero no lo logra tampoco. Hay algo que la frena, pero se nota que no sabe lo que es.

—Tampoco puedo hacerlo, pero algún día lo haré y volveré a buscarte, mi dulce Cass —advierte ella.

¿Y si no me doy cuenta de que es ella en el futuro? No me gustaría eso.

—¿Por qué quieres crecer? Eso no cambiará nada, Tammy.

—Lo sé, pero me gustaría sentir que evoluciono —me explica, llevando sus manos hacia mi rostro para luego acercarme a sus labios, pero se detiene en seco y se aleja.

Eso me frustró. No me agradó en absoluto.

—¿Por qué te alejaste de mí? —cuestiono lleno de curiosidad.

Realmente me hubiera gustado besarla.

—Porque no lo sé, solo lo hice —responde sin siquiera pensar en su respuesta.

Llevo mis manos hacia sus mejillas y luego me inclino para ser yo quien una nuestros labios. Cuando lo hago, ella no se resiste y entrelaza sus brazos alrededor de mi cuello para acercarme un poco. Con cuidado me voy separando y me enfoco en sus hermosos ojos, ella me mira del mismo modo y no podemos evitar sonreír.

—Tenía que hacerlo —menciono acariciando su mejilla.

Su piel es suave y rosada. Es como el pétalo de una rosa.

—También yo, Cass. ¿Sabes? Creo que jamás me cansaré de hacerlo —dice con un tono divertido.

Intento no reír ante su comentario, pero me resulta imposible.

—Hay que volver al campamento.

Ella me mira con seriedad y señala el lago.

—Antes a nadar —ordena ella.

Comienza a quitarse la ropa, despojándose de cada una de sus prendas: un vestido bonito y unos zapatos negros. Toma mi mano y me jala para que me ponga de pie, lo hago e imito su accionar: me quito la ropa y después nos vamos metiendo al agua.

El agua del lago es cálida, se siente bonito y ella luce feliz. Creo que lo único que me importa ahora es verla feliz y eso es justo lo que está sucediendo.

Tamara comienza a nadar y la sigo, ella sale a la superficie, así que hago lo mismo. Me acerco a ella, pero desaparece para luego hacerse presente y abrazándome por detrás. No puedo evitar sonreír al sentir su cuerpo contra el mío. Me doy vuelta y le correspondo la muestra de afecto.

—Hay que volver —anuncia ella.

Asiento.

Tomo su mano y nadamos hasta la orilla, salimos del agua y con un solo chasquido de dedos ya estamos vestidos y listos para regresar al campamento.

Las ventajas de ser ángel son infinitas; sin embargo, hay veces en las que me hubiera gustado solo ser un simple mundano. En esos momentos, me pregunto lo que hubiera pasado.

Su voz me trae de regreso a la vida, mejor dicho, a la realidad.

—Entonces...

—¿Dormirás conmigo esta noche? —cuestiono caminando hacia el campamento.

Sus pies se mueven al compás de los míos. Vamos a una perfecta armonía.

—Me gustaría, pero le prometí a las chicas que estaría con ellas hoy.

Al llegar, deja un beso sobre mis labios y va con sus amigas.

Esa noche, mientras Tamara reía con sus amigas en la habitación contigua, yo me encontraba solo en la nuestra. El silencio se apoderó de cada rincón, excepto por el débil zumbido del ventilador que apenas podía competir con la sensación de vacío que sentía en el pecho.

Me paseaba de un lado a otro, buscando distracción en cualquier cosa que pudiera encontrar. Mis libros, normalmente tan reconfortantes, yacían en la mesita de noche, pero su contenido no lograba captar mi atención. Me encontraba atrapado en mis propios pensamientos, preguntándome por qué me afectaba tanto que Tamara decidiera pasar la noche con sus amigas.

"Debería estar feliz por ella", me repetía una y otra vez. Pero cada vez que lo intentaba, una punzada de soledad volvía a recordarme que su ausencia resonaba más de lo que esperaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.