4. Olvido

Capítulo 3: ¿Me quieres?

Tamara

Mis amigas hablan de su vida en pareja y lo que suelen hacer con sus amantes. La manera en la que se fusionan, con besos, haciendo el amor, pero ninguna habla de las miradas, de la complicidad y amistad. ¿Esas cualidades ya no son importantes? ¿Nos hemos quedado en el tiempo? ¿Por qué los besos o hacer el amor es más importante que la complicidad, la amistad y la inocencia?

—Obvio —dice Sarah cuando Jessica le pregunta de su relación con Octavio.

Todas cuentan su vida privada y la de sus parejas. Espero que mi turno no llegue nunca, ya que no sabría qué decirles al respecto. La relación que tengo con Cass va más allá de lo físico, es mucho más especial: tenemos un vínculo.

Siento que así debe ser, lo siento real y me gusta de este modo. Pero ¿qué hay del otro? ¿Cómo se sentirá todo eso? Millones de preguntas se plantean en mi cabeza.

—¡Tamara, por favor! —grita Jess.

La miro haciéndome la desentendida, pero Sarah me lanza un cojín a la cara. Lo tomo y lo abrazo a mi pecho.

—¿Qué sucede? —pregunto alzando ambas cejas—. ¿Qué quieren saber?

Jessica y Sarah se miran, después a mí.

—¡Sobre Cass, tonta! —dicen juntas al mismo tiempo.

—Bien —respondo con una sonrisa—. Conozco a Cass hace mucho tiempo, él y yo tenemos una hermosa hija y...

No me dejan seguir adelante con el monólogo, ya que sus palabras me interrumpen.

—Te ganaste la lotería con ese hombre.

—¿Por qué dices eso?

—¿Por qué? —pregunta Sarah—. ¿Es broma? Es hermoso.

Asiento.

—Es un ser hermoso.

—Sí, esos ojos azules, su ropa de contador sexy —murmura Jessica—. Sí, pero su cabello negro...

Mi ceño se frunce al escucharlas hablar así de Cass, ¿qué es lo que me pasa? Quiero decir algo, pero no sé lo que es. Detesto saber el modo en que ven a Cass.

—A dormir, chicas —ordeno, cerrando los ojos para intentar descansar.

Al día siguiente, salgo de la carpa de las chicas y busco a Cass con la mirada. Y cuando lo encuentro, mi ceño se frunce: está rodeado de mujeres. Trago saliva pensando que quizás él ya no me quiere como antes y que ahora querrá a otra mujer.

Me niego a acercarme, pero lo siento detrás de mí, así que giro mi cuerpo y le dedico una sonrisa. Él se acerca para tomar mi cintura y unir nuestros labios como si no hubiera un mañana, lo dejo y sigo con su muestra de afecto. Se separa con cuidado y vuelve a sonreír con ternura.

—¿Y eso? —Alzo ambas cejas.

—Bueno, no lo sé, solo tuve la necesidad de hacerlo —me responde sin dudarlo.

Acaricio la mejilla de él con cuidado hasta que una chica se acerca. Me separo de Cass para ver a la mujer y mis ojos se vuelven blancos.

—¿Sucede algo? —le pregunto a la mujer.

La chica solo niega y se va corriendo.

Cass me mira con seriedad ante lo sucedido y niega.

—¿Por qué le hiciste eso, Tammy?

—Porque... Porque no lo sé —comento tratando de entender lo que me pasa, pero no lo entiendo—. Cada vez que una mujer se te acerca o habla de ti, mi corazón comienza a acelerarse y tengo una furia que crece y crece.

Él sonríe y se acerca para dejar un beso sobre mi frente, lo cual me hace sonreír. Lo abrazo con cuidado y él a mí, nos separamos lo necesario para vernos a los ojos.

—Estás celosa —anuncia él.

—¿Celosa?

—Sí, pero no tienes que sentirte así —me explica él tomando mi mano para guiarme.

Observo el cielo y luego a él.

—¿Por qué no debería sentir eso?

Él acaricia mi mano y me mira de reojo.

—Porque eres la única que tiene me atención —asegura él.

Por un instante, siento que mi furia desaparece y mis latidos vuelven a la normalidad. Me siento mejor. Lo examino bien y puedo notar que sí, las chicas tienen razón: me he ganado la lotería con él.

Me detengo, obligándolo a quedarse en su lugar, él se sorprende y no entiende. Llevo mis manos hacia mi cintura y alzo ambas cejas para hacer la pregunta que he deseado hacer por un largo tiempo. Claro, estoy muy nerviosa, pero tengo que hacerlo para saber lo que está sucediendo.

—¿Me sigues queriendo, Cass? —me atrevo a preguntar.

Él frunce el entrecejo al escucharme.

El silencio reina en el ambiente y me siento mucho más incómoda que hace segundos. ¿Por qué no dice nada? ¿Acaso ya no hay amor entre nosotros? ¿Esto se está volviendo como los romances de mis amigas? No quiero eso. No quiero ser una simple mundana hablando de su relación de un modo así, quiero seguir adelante con él hasta el día del juicio final.

Me sentía abrumada por la culpa y la confusión. Sentada frente a Cass, con los ojos fijos en los suyos, me encontré balbuceando palabras que apenas lograban escapar de mi garganta apretada.

—Creo que todo esto es mi culpa —murmuré, incapaz de sostener su mirada por mucho tiempo—. Estoy tan enamorada de ti que a veces siento que he arruinado todo lo bueno que teníamos juntos.

Cass frunció el ceño suavemente, sus ojos buscando los míos con una intensidad tranquilizadora.

—No, Tamara —dijo con voz serena pero firme—. No es tu culpa. Lo que hemos vivido, los altibajos, todo forma parte de nosotros dos. No puedes cargar con todo el peso por ti misma.

Mi corazón se apretó ante sus palabras reconfortantes. Quería creer en ellas, quería creer en él. Pero la autocrítica seguía resonando en mi cabeza, recordándome cada error, cada momento de debilidad.

—No sé cómo manejar esto a veces —confesé, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con escaparse—. Parece que siempre termino complicando las cosas.

Cass se inclinó hacia mí, sus dedos acariciando con delicadeza mi mejilla.

—Tamara, escúchame. Nada de esto es solo tu culpa. Lo que sentimos, lo que hemos pasado, es responsabilidad de ambos. Somos un equipo, ¿recuerdas?

Asentí lentamente, dejando que sus palabras calaran profundamente en mí. Él tenía razón. No importaba cuántas veces dudara de mí misma; juntos, habíamos creado nuestra historia, con sus altos y bajos, con sus momentos de alegría y desafíos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.