Castiel
Estoy estupefacto ante la pregunta de Tamara, ¿realmente me ha preguntado eso? ¿Será que aún sigo durmiendo y no he despertado del todo? ¿O será que estoy alucinando? La miro fijo a los ojos y luego solo asiento.
Me siento mal por tener que responderle. ¿Acaso ella piensa que no la amo? ¿Por qué ella de la nada piensa eso? ¿Le habré dado una razón para pensar en eso? Quiero creer que no, pero a veces suelo decir cosas sin pensarlas. Tal vez, he dicho algo que no pensé del todo bien antes de hablar.
"—¿Si algún día dejas de amarme, me lo dirás? —pregunta ella con lágrimas en los ojos.
Su mirada cristalina me demuestra el dolor que está sintiendo. Le duele preguntar eso, pero lo hace.
—Por supuesto, pero debería ser un completo idiota para dejar de amarte —le respondo con sinceridad, mientras tomo sus manos—. No soy un mundano y mi amor dura por los siglos de los siglos.
Ella sonríe al escuchar mis palabras y asiente.
—No somos mundanos y nuestro amor es para siempre.
—Por siempre y para siempre —le recuerdo.
—Por siempre y para siempre —repite.
Una risita se escapa de nuestros labios, pero ella hace una mueca con sus labios, parece no estar muy convencida de lo que le estoy diciendo.
—¿Estás bien, Tamara? —pregunto preocupado.
Ella asiente con la cabeza.
—Sí, pero siento que hay algo que no está bien —me responde con seriedad—. No sé lo que es, pero no me agrada lo que sea.
Mi ceño se frunce al escuchar lo que dice.
—¿A qué te refieres? ¿Algo malo? —cuestiono.
—Sí, pero no me hagas caso, todavía no ha pasado nada".
Ese recuerdo llega a mí, lo que me obliga a fruncir el entrecejo. ¿Por qué estoy recordando esto? Sé que tiene que ver con lo que está ocurriendo ahora, pero no quiero recordar cosas como estas en este momento. Lo importante ahora es responderle su pregunta. Seguro está esperando una respuesta, ya que no le he ofrecido ninguna.
—Tendría que ser un idiota para no amarte —confieso sin apartar mis ojos de los suyos.
Una sonrisa comienza a crecer en mi rostro y la esperanza tiene el mismo efecto. Sin embargo, puedo notar que ella no cree en mis palabras, parece que le resulta imposible creer que alguien la ama.
—¿Un idiota? Cass, no tienes que mentir —responde ella con cierto tono de tristeza en su interior.
Niego, ya que no estoy mintiendo y ella sabe que no puedo hacerlo.
Me siento mal, realmente mal por lo que ella piensa de mí. ¿De verdad cree que le estoy mintiendo? No tiene sentido alguno. Jamás podría mentirle y lo sabe.
Los ángeles no podemos mentir.
"—Sí —dije mi primera mentira.
El dolor de la primera mentira se hacía presente dentro de mí. Era potente, ya no sería el mismo luego de haber mentido. No quería mentir, pero tenía que hacerlo, ya que haberle dicho la verdad a este hombre, podría haber arruinado todo lo que había conseguido hasta ese momento. Tenía que soportar el dolor de la mentira, ese ardor que se comenzó a formar sobre una de mis costillas: era una runa de la mentira, algo que mi padre nos había puesto para saber cuándo mentíamos. Al parecer, aquí seguía de rigiendo esa ley celestial.
—¿Cómo te llamas, hijo? —Con un tono amigable me preguntó, sin poder dejar de verme a los ojos.
Jamás me habían preguntado eso, no de ese modo. Los ángeles preguntamos: "¿Cuál es tú gracia?". Debía acostumbrarme a que no estaba en el cielo, estaba en la tierra; las reglas son muy diferentes y hay que seguirlas. No deseaba mentir más, solo esperaba que no tuviera que hacerlo. Tenía millones de preguntas para hacerle a la joven cuando la viera".
—Tamara, sabes que no puedo mentir, además... —Hago una pausa en mi discurso, solo para acercarme un poco a ella y tomar su rostro entre mis manos—. ¿Por qué mentiría con algo como esto? —La miro a los ojos y niego—. Además, si te mintiera, te darías cuenta. No tengo ninguna runa, así que...
—Para hacerme sentir mejor —suelta de golpe—. Lo sé, sé que tendrías una runa. No tienes ninguna ahora.
Mi mundo cae a sus pies de tal modo que siento su dolor como si fuera el mío.
Pienso un modo de hacerla sentir bien y además tratar de sentirme mejor también, así que se me ocurre algo.
—Se me ocurre algo —comento con una pequeña sonrisa sobre mis labios.
Ella me mira curiosa, pero no parece muy feliz.
—¿Qué cosa se te ha ocurrido? —me pregunta con seriedad.
¿Por qué está así? ¿Le pasará algo que no sé?
—Espera, antes de decirte lo que se me ha ocurrido... —Hago una pausa por un instante y la observo directo a los ojos—. ¿Qué es lo que pasa? Siento que hay algo que no sé. Dime, puedes hablar conmigo de lo que quieras.
Ella suelta una risita y asiente.
—Lo sé, es que todo se está complicando, Cass, y me siento un poco mal. —Me mira a los ojos del mismo modo—. Siento, como te he dicho en el pasado, algo va a salir mal. ¿Recuerdas esa vez? -me pregunta con sus lágrimas listas para caer.
Asiento con la cabeza.
—Sí, lo recuerdo —digo con sinceridad—. Hace unos minutos ese recuerdo llegó a mí. Se sintió...
Ella asiente.
—Sí, es que... —Se rasca la mejilla—. Creo que ahora es el momento. Cass, va a suceder algo malo y será muy pronto.
Mi ceño se frunce al escuchar lo que dice. ¿Después de todo lo que ha pasado...
—¿Más cosas de las que han pasado? ¿Más cosas horribles? —Empiezo a preguntar.
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Editado: 23.05.2025