Capítulo 6: Un desayuno en el pasado

El sol se alzó sobre el horizonte destrozado, iluminando las ruinas de lo que una vez fue un próspero distrito comercial. Entre los escombros y las estructuras desmoronadas, Cass llevó a Tammy de la mano hacia un antiguo restaurante, su fachada ahora apenas reconocible bajo capas de polvo y decadencia. Pero Cass tenía un plan.

Cass observaba a Tammy con ojos llenos de amor y admiración mientras compartían un momento de paz. Sus miradas se encontraron en la penumbra del antiguo restaurante, iluminadas por la luz suave de las velas que aún ardían en un rincón cercano.

Era un gesto silencioso pero cargado de significado, un reconocimiento de todo lo que habían compartido juntos: los momentos de alegría y risas, las luchas y los momentos de consuelo mutuo en medio del caos que los rodeaba.

Tammy sintió el calor reconfortante de su mirada, una mezcla de ternura y fuerza que la envolvía como un abrazo invisible pero reconfortante. En ese instante, supo que, sin importar los desafíos que enfrentaran, el amor que compartían era su ancla en este mundo desgarrado por la guerra y la destrucción.

Sin necesidad de palabras, el amor entre ellos fluía como una corriente constante y poderosa, recordándoles que, incluso en medio de la oscuridad, siempre habría luz y esperanza cuando estuvieran juntos.

—¿Qué estás haciendo, Cass? —preguntó Tammy con curiosidad, mientras lo seguía entre los escombros.

—Solo espera y verás —respondió Cass con una sonrisa misteriosa.

Al entrar al restaurante, Tammy se encontró sorprendida y emocionada al ver el interior restaurado a su antigua gloria. El restaurante brillaba con una belleza que parecía imposible en medio de la devastación circundante.

El interior del restaurante restaurado era un oasis de belleza y tranquilidad en medio del paisaje devastado. A medida que Tammy y Cass entraron, se encontraron inmersos en un escenario que parecía sacado de un sueño.

Las paredes, una vez agrietadas y cubiertas de polvo, ahora brillaban con un revestimiento de mármol blanco pulido que reflejaba la luz suavemente. Lámparas colgantes de cristal colgaban del techo restaurado, lanzando destellos de luz sobre las mesas de madera oscura perfectamente dispuestas.

Las ventanas, antes cubiertas de escombros y suciedad, ahora estaban limpias y claras, ofreciendo vistas a un jardín exuberante y bien cuidado que parecía escapar de la devastación del mundo exterior. Las cortinas de encaje ondeaban suavemente con la brisa imaginaria, añadiendo un toque de elegancia y serenidad al ambiente.

Las mesas estaban adornadas con finos manteles blancos y cubiertas con platos y cubiertos brillantemente pulidos, listos para un desayuno que prometía ser una experiencia inolvidable. El aire estaba impregnado de un aroma tentador de café recién hecho y pan recién horneado, que invitaba a los comensales a disfrutar de una indulgencia para el paladar.

En el centro del restaurante, un pequeño piano de cola descansaba elegantemente, sus teclas brillando bajo la luz. Todo el lugar respiraba un aire de sofisticación y encanto, como si el tiempo hubiera retrocedido para preservar este rincón de belleza en un mundo asolado por la guerra.

Tammy y Cass se miraron el uno al otro con asombro y gratitud, maravillados por la magia del momento que habían creado juntos. En ese restaurante restaurado, encontraron un respiro de paz y felicidad en medio de la desolación, un recordatorio de que el amor y la esperanza aún podían florecer incluso en los lugares más inesperados y difíciles.

—¿Cómo es esto posible? —murmuró Tammy, sus ojos brillando con asombro.

Cass la miró con cariño.

—Es un pequeño truco que he aprendido —admitió—. Puedo hacer que el tiempo retroceda temporalmente en lugares específicos, solo por un tiempo limitado. Quería que tuviéramos un momento especial juntos.

Tammy lo abrazó con gratitud y emoción, sintiéndose profundamente conmovida por su gesto. Juntos, se sentaron a desayunar en medio de este oasis temporal, compartiendo risas y conversaciones que fluyeron con la facilidad del amor y la complicidad.

Durante horas, disfrutaron de la compañía del otro en ese mundo restaurado, ignorando temporalmente las preocupaciones y los peligros que les rodeaban. Rieron, se contaron historias y se miraron con amor en los ojos, saboreando cada segundo de esa ilusión fugaz.

Pero el tiempo pasó inexorablemente, y el encanto del restaurante restaurado comenzó a desvanecerse lentamente. Los colores vibrantes se desvanecieron, las paredes empezaron a desmoronarse y el jardín fuera de las ventanas se marchitó ante sus ojos.

—No quiero que esto termine —susurró Tammy con tristeza, mirando alrededor con nostalgia.

Cass la tomó de las manos con ternura.

—Yo tampoco, Tammy. Pero tenemos que volver.

Reluctantemente, se despidieron del restaurante encantado y regresaron a la realidad desgarradora del mundo apocalíptico. Las ruinas y el caos los rodearon una vez más, recordándoles las dificultades y los peligros que enfrentaban cada día.

Mientras caminaban de regreso al refugio, Tammy se aferró a la mano de Cass, encontrando consuelo en su presencia y en los recuerdos de aquel desayuno mágico que siempre atesoraría en su corazón.

Ese día, mientras observaban las nubes desde el refugio, Tammy y Cass compartieron un silencio cargado de emociones encontradas. Sabían que el amor que sentían el uno por el otro era su refugio en medio de la tormenta, un faro de esperanza que los guiaba a través de las sombras del mundo roto en el que vivían.

El silencio de la mañana fue roto por un estruendo ensordecedor que resonó a través de las ruinas del refugio. Tammy y Cass se miraron con preocupación y sorpresa, sus corazones latiendo con anticipación mientras se dirigían hacia la fuente del ruido.

Al salir del refugio, fueron recibidos por la visión impactante de un ángel caído del cielo, su figura celestial yacía en un cráter recién formado entre los escombros. Las alas majestuosas, ahora rotas y ensangrentadas, contrastaban dolorosamente con su habitual resplandor dorado.