4. Olvido

Capítulo 10: Reencuentro en la oscuridad

El crujido de las hojas secas bajo sus pies resonaba en la noche silenciosa mientras Castiel avanzaba hacia la vieja cabaña en el borde del bosque. Las sombras de los árboles se alargaban en la luz débil de la luna creciente, creando figuras fantasmales que parecían susurrar historias olvidadas.

Al llegar a la puerta de madera desgastada, Castiel inhaló profundamente y golpeó con decisión. Un instante después, la puerta se abrió lentamente, revelando las figuras familiares de los hermanos que había conocido en tiempos más tranquilos. Sus rostros, marcados por el paso del tiempo y las batallas que habían librado, se iluminaron con una mezcla de sorpresa y alegría al ver a Castiel.

—¡Castiel! —exclamó Dean, abrazándolo con fuerza—. Pensábamos que no te volveríamos a ver.

—Yo también pensé que no sobreviviría esta última misión —respondió Castiel, devolviendo el abrazo con gratitud—. Pero aquí estoy.

El grupo se reunió alrededor de una mesa gastada por el tiempo, compartiendo historias de batallas ganadas y pérdidas dolorosas. Había un silencio pesado entre ellos, cargado con el peso de lo que habían vivido y lo que aún enfrentaban.

—¿Cómo has estado, Castiel? —preguntó Sam, con una mirada intensa—. Hemos escuchado rumores de un cambio en el frente. ¿Qué sabes sobre la próxima ofensiva?

Castiel suspiró, sabiendo que no podía ocultar la verdad a quienes confiaban en él con sus vidas.

—La situación es grave. Las fuerzas enemigas se están reagrupando y parece que están planeando un ataque importante en las próximas semanas. Necesitaremos cada ventaja que podamos encontrar.

Los hermanos intercambiaron miradas preocupadas, conscientes de la importancia de cada palabra que Castiel pronunciaba. Habían confiado en su liderazgo en el pasado y ahora más que nunca, necesitaban su guía para navegar por el laberinto de la guerra que los rodeaba.

—¿Hay algo más? —preguntó Dean, con una mezcla de temor y determinación en sus ojos.

Castiel vaciló por un momento, sintiendo el peso de una revelación que había mantenido en lo profundo de su mente desde que había regresado de la última misión.

—Hay algo más... algo que descubrí en las ruinas de la ciudad. Un artefacto antiguo que podría cambiar el curso de esta guerra.

El suspenso llenó la habitación mientras Castiel sacaba un pequeño artefacto envuelto en un paño oscuro y lo colocaba con cuidado sobre la mesa. Emitía un brillo suave, como si estuviera lleno de secretos antiguos y poderes desconocidos.

Los hermanos se inclinaron hacia adelante, fascinados y aterrorizados por igual por lo que podría significar este descubrimiento. Sus corazones latían al unísono, conscientes de que estaban en el umbral de algo más grande de lo que habían imaginado.

—Esto... esto podría ser nuestra oportunidad — murmuró Sam, tocando el artefacto con reverencia.

Castiel asintió solemnemente.

—Tenemos que descubrir cómo funciona, qué puede hacer. Podría ser la clave para derrotar al enemigo de una vez por todas.

—Anoche, cuando fui por las provisiones... —comenzó Cass, su voz resonando con el cansancio acumulado de días de travesías incansables—. Tuve que atravesar un campo minado. Fue como caminar sobre agujas, cada paso lleno de miedo y precaución.

Dean frunció el ceño, mientras Sam asentía con comprensión.

—No puedo imaginar lo que debiste sentir —dijo Sam en tono solidario.

Cass continuó, su mirada perdida por un momento en el recuerdo de la oscuridad y el peligro.

—Pero cuando llegué al lugar, ver las caras de alivio de esas personas... eso lo hizo valer la pena. Saber que esas provisiones significarían una noche más de comida y seguridad para ellos...

Dean asintió con respeto, comprendiendo el sacrificio implícito en cada misión de rescate.

—Eres un verdadero héroe, Cass —dijo con sinceridad.

Los tres se quedaron en silencio por un momento, dejando que las palabras y el peso de la noche llenaran el espacio entre ellos. En ese pequeño refugio, en medio del caos de la guerra, encontraron un momento de conexión y gratitud por el sacrificio y la esperanza que cada uno representaba.

Los hermanos escucharon atentamente mientras Cass compartía las desafiantes travesías que había enfrentado para asegurar las provisiones vitales. A medida que la conversación avanzaba, Sam y Dean compartieron sus propias experiencias, revelando que ellos también habían estado ocupados con tareas igualmente cruciales pero diferentes.

—Nosotros no nos quedamos atrás —comentó Sam con seriedad—. Hemos estado trabajando en establecer alianzas con grupos de resistencia en las zonas más afectadas. Es un trabajo arduo, pero vital para mantenernos un paso adelante del enemigo.

Dean añadió, con una mueca cansada pero determinada lo siguiente:

—Además, hemos estado reconociendo el terreno y buscando puntos estratégicos para futuras operaciones. No siempre es tan dramático como enfrentar campos minados, pero cada tarea es importante en su propia manera.

Cass asintió con respeto hacia los hermanos, reconociendo la complejidad de sus roles en la lucha contra la adversidad.

—Todos estamos haciendo lo que podemos para mantenernos firmes en esta guerra —dijo con admiración.

Así, en ese pequeño refugio, la conversación se convirtió en un testimonio silencioso de la dedicación y el sacrificio de cada uno, recordándoles que, aunque sus caminos fueran distintos, todos compartían el mismo objetivo: sobrevivir y resistir en tiempos de caos y desesperación.

Dean miró a Cass con curiosidad mientras la conversación giraba hacia un tema más personal.

—¿Y cómo va todo con Tamara? —preguntó Dean con una sonrisa socarrona, tratando de animar el ambiente tenso del refugio.

Cass se encogió ligeramente, consciente de la mirada de Sam que ya empezaba a fruncirse.

—Va bien —respondió con cautela—. Es complicado con todo lo que está pasando, pero hacemos lo que podemos.




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