4) Olvido

Capítulo 19: Entre las ruinas

Luke caminaba por las calles desoladas de la ciudad, donde los edificios se erguían como monumentos olvidados del pasado. Las estructuras de concreto y acero estaban cubiertas de maleza y enredaderas que trepaban por sus paredes, un recordatorio del paso inexorable del tiempo. Las aceras rotas estaban sembradas de escombros y basura, testigos mudos de un mundo que había llegado a su fin.

El cielo sobre él era un lienzo gris y sombrío, apenas iluminado por el sol filtrándose entre las nubes cargadas de humo y ceniza. El aire estaba cargado de un silencio tenso, interrumpido solo por el susurro del viento que agitaba las hojas secas y hacía crujir los restos metálicos esparcidos por el suelo.

A medida que avanzaba, Luke notaba figuras esquivas que se movían entre las sombras de los edificios abandonados. Eran personas desesperadas y solitarias, buscando algo de valor entre los restos de lo que una vez fue su hogar. Algunos se miraban con desconfianza, como si cada encuentro fuera una amenaza potencial en un mundo donde la supervivencia era la única ley.

El sonido distante de un aullido resonaba desde la periferia de la ciudad, recordándole a Luke los peligros que acechaban más allá de los límites conocidos. Bestias hambrientas de las sombras, criaturas que habían surgido en los días oscuros después del colapso, ahora vagaban en busca de presas entre las ruinas.

Luke detuvo su paso frente a un edificio que alguna vez fue un centro de comercio bullicioso, ahora reducido a escombros y vidrios rotos. Se preguntó cómo sería este lugar en sus días de gloria, lleno de vida y actividad humana. Recordó las historias de su madre sobre la grandeza perdida de la humanidad y las leyendas de héroes que lucharon por un mundo mejor.

Con un suspiro, Luke continuó su camino, sintiendo la carga de la historia y la responsabilidad que llevaba sobre sus hombros. Sabía que su misión era más que una búsqueda personal de redención; era un paso hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades, donde la luz aún podía brillar entre las sombras del mundo devastado.

El hijo de Lucifer se encontraba inmerso en una búsqueda que consumía sus días y noches. Desde que las sombrías noticias del destino de sus seres queridos llegaron a sus oídos, una única obsesión lo había guiado: encontrar una esperanza, un artefacto legendario capaz de doblegar el fluir del tiempo y devolver lo que había perdido.

En las profundidades de bibliotecas antiguas y en los rincones más oscuros de planetas olvidados, Luke escudriñaba cada pista, cada leyenda que prometiera la clave para invertir el inexorable curso del destino. Leyendas hablaban de artefactos místicos, reliquias de poder inimaginable escondidas en templos olvidados o sepultadas bajo capas de historia y mito.

Guiado por textos ancestrales y consejos de sabios ocultos en los rincones más remotos de la galaxia, Luke avanzaba con determinación. En su mente resonaba la imagen de lo que podría ser si tan solo pudiera retroceder el tiempo, deshacer el daño infligido por las fuerzas oscuras que aún acechaban en las sombras.

Pero a medida que los días se convertían en semanas, y las semanas en meses, las esperanzas de Luke comenzaron a desvanecerse. Las pistas eran vagas, los artefactos prometidos se revelaban como ilusiones en el desierto de la realidad. Los templos estaban vacíos, los textos revelaban más preguntas que respuestas.

En el corazón de una antigua cripta, después de una búsqueda extenuante que lo llevó a los límites de la galaxia conocida, Luke finalmente se detuvo. Ante él, no había más que un relicario vacío y el eco de sus propios pensamientos. La esperanza que había perseguido con tanta pasión se desvaneció como una llama en el viento, dejándolo solo con la cruda realidad de un universo que no ofrecía segundas oportunidades.

Resignado pero no derrotado, Luke cerró los ojos y dejó que la quietud de la cripta lo envolviera. En ese momento, entendió que algunas pérdidas eran irreparables, que el pasado, por más doloroso que fuera, solo podía ser aceptado, no cambiado. Con un suspiro, se giró hacia la salida, listo para enfrentar el futuro con la sabiduría ganada en su búsqueda infructuosa de la esperanza perdida.

Luke, el hijo de Lucifer, se encontraba sumido en un mar de recuerdos que lo embargaban con una intensidad devastadora. Entre ellos, los recuerdos de Ruby, la hija de Castiel y Tamara, brillaban con una luminosidad dolorosa. Cada imagen de ella era como un destello de luz en la oscuridad de su mente, recordándole momentos compartidos que ahora parecían irremediablemente lejanos.

Recordaba las sonrisas cómplices en las noches estrelladas del cielo, cuando escapaban juntos de las responsabilidades impuestas por sus progenitores. Recordaba cómo su risa llenaba el espacio a su alrededor, desafiando las sombras que acechaban en cada esquina de su existencia. Ruby había sido más que una compañera; había sido su confidente, su amiga más cercana en un mundo donde las lealtades eran frágiles como el cristal.

Pero aquellos días de complicidad y risas habían quedado atrás. La tragedia los separó de manera brutal y definitiva. La muerte de Ruby había sido un golpe que aún resonaba en su corazón como un eco doloroso. Sentía como si una parte de sí mismo se hubiera perdido junto con ella, dejando un vacío que ningún poder o riqueza podía llenar.

Luke se culpaba a sí mismo por no haber podido protegerla, por no haber sido suficientemente fuerte para evitar su destino trágico. Cada recuerdo era una puñalada de culpa, recordándole las decisiones que tomó y las oportunidades perdidas que no pudo recuperar. La sensación de impotencia lo perseguía como una sombra, alimentando su angustia y su deseo de encontrar algún tipo de redención.

En los momentos más oscuros de la noche, cuando la soledad se volvía abrumadora, Luke se permitía revivir esos recuerdos dolorosos una y otra vez. Buscaba respuestas en los detalles, en las palabras no dichas y en los gestos perdidos en el tiempo. Intentaba reconstruir mentalmente cada instante compartido con Ruby, como si pudiera encontrar una pista que le indicara cómo cambiar el curso de los eventos.




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