Te vi disfrazado de movimiento.
Te vi volar entre nubes.
Te sentí en mi pecho.
Te escuche en el viento.
Te confundes entre la niebla cuando mis mejillas tú besas.
Mis manos se alzan a tu paso.
Se abren las puertas del otoño.
Se abren las puertas de un viejo faro abandonado. Del cielo despojas calor para
secar mi llanto, tus manos golpean mi rostro en forma de hojas de árbol viejo casi
disecado.
Faro triste, abandonado. No más agobiante que los sentimientos que al viejo
barbado recibió de ti antes de marcharte. No abandones la luz de mi corazón que
tras el balcón aún te aguardan mis brazos encarnados de amor.
No engañes los barcos que navegan desde el Este, engaña mi mente y sonríe,
sonríe como lo hacías cuando malabares me veías hacer. Tus manos ya el vuelo
prepara, como el viejo prepara la flauta para cantarle a las olas de cada atardecer
y un capitán que pide música para descansar.
No apagues tus brazos.
No apagues la luz.
No apagues los destellos que iluminan mi balcón.
Juega a esconderte entre mis sabanas viejas.
Juega a escaparte por las rejas de la ventana a manera de niña juguetona.
Juega a irte en la mañana y regresar al anochecer.
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