Rocío de primavera que al amanecer reposará muerta sobre pedestales blancos,
llévate las falsas ilusiones de grande ser. Débiles y menos fuerte se hallan mis
pasos, tan caídos como los pechos de mi madre, caída está mi alegría.
Cantos que bajo la luna llena recitan. Violines viejos a la ventana de un viejo
casorio, grabados en mi mente recitarán una y otra y otra vez. Alma destrozada
como queriendo una vez más morir. Cantan y cantan las Pamplonas de mi casa.
Clara cara luna a mi ventana te veo, contemplando el espaldar de tu vinilo
amarillo opaco. Mis ojos se apagan como soldado en guerra pérdida. Caen como
plomo, atormentando mis sueños de buena mujer, ahora buena amante.
Sueños de cuna, sueños de niña, sueños con rosas blancas, azucenas que alargan
la muerte de mí herido corazón. Que amarga es la pena de haberte conocido en el
mundo de mis misteriosos caminos. Que amargo es haberte besado. Que amargo
es no tenerte.
Que amarga es la pena de haberte perdido, que amarga es la idea de haberte
amado. Como espanto fue nuestro amor, como fantasma tu adiós. Besarme una
vez más, besarme sin parar que a mis pedestales blancos pronto morirás.
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