Sientes a la mañana una helada, fría y burlona. Te encuentras mirando a través de tu
ventana. Negando que una vez a tu espalda bese antes que el gallo cantara. Abrigada
en el olvido buscas descansar; después de ignorar las ganas de mi rostro volver a ver
cuando las gaviotas comienza a cantar.
Golpeó tu ventana esos vientos de oriente y al norte de tu cama se encuentra mi alma,
tan oscura y tan vaga. Contemplo en tu mirada los recuerdos de aquellas malas almas
que una vez alojaste en tus sabanas; esas que negaste compartir conmigo. No son falsos
fantasma, son reales mentiras que ahogaron tu inocente sonrisa.
Nadie te abraza en esta noche amarga, nadie como tú en las noches calientas; como
fogón de leña, mejor que las de una abuela revivía en las calderas. Me siento, te acaricio
escuchando tus suspiros. Te veo, te contemplo... Te veo en las mañanas, te contemplo en
mis frágiles deseos.
Cantan las aves al cielo por el nuevo día, cantan de nuevo con dulces melodías, recitan
entre vientos sin importar el día, alzando rápido el vuelo temiendo que alguien atrape
sus delicadas travesías. Abren tus párpados como confundidos, mirando a tu lado… ya
no me encuentro.
Mirad tu cuadro, tu fotografía ya no se encuentra allí como antes de mi partida. Al
rincón de una de tus sabanas mi aroma encuentras. No lo notas, ni lo miras, ya ni los
respiras, me doy cuenta que muerto estoy ya en tu vida.
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