Sentimientos que al anochecer agobian la tranquilidad de mi alma... Has que la
guerra de nuestras pasiones llegue pronto a su fin. No hay deseos delicados que
aviven nuestras bocas al roce de nuestros antiguos cuerpos. Te quiero aún como
aquellas flores que al final de cada mes sólo traía yo.
Sentado sobre un viejo sillín te observo en la lluvia que atormenta las calles de mi
vecindario. Te escucho en el golpeteo de aquellas diminutas gotas de agua cuando
estrellan a mi ventana. Cerrando mis ojos te pienso, te observo en mis oscuros
pesares del que ayer decías que era tu niño bueno.
Piel estremecida por la voz de tus dulces melodías envueltas en discusión a causa
de mis torpezas, cuando al recitar versos alocados decías que no eran para ti.
Delicadas palabras de nuestro autor melancólico en la radio. Ya acaricia su piano,
y mi mano a tu ventana levanto. Abro los ojos y ante mi te veo.
En mis ojos de nuevo te imagino soñar, al otro lado de la calle te encuentras,
mojada a punto de congelar, pálidos labios delgados que antes de haber apagado
el calor de nuestra fogata acaricié incluso sin amor. Allí están, preguntando quizás
quien más supo mojar.
Gotas de agua fría que a mi ventana cantan casi gritando que delante de mi choza
estás, triste agobiada casi desapareciendo como algodón. Tus pasos se detuvieron
cuando alzando tu mirada, ves que duermo con mi brazo estirado a tu ventana.
Hoy ya no me cantas como ayer esas canciones viejas de adiós, pero que recuerdo
con todo tu amor.
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