Delicadas palmas como pétalos tenías cuando te conocí, regadas al amanecer
cuando el sol saliera ya estabas en pie. Incansable mirada perdida que solo frente
a ti intentas echar a andar sin temor de quien te pueda lastimar. Has decidido
perdonar las agobiadas noches de frío.
Encantado querer del cual ya sabias que sabor tenía, alzando tus pesadas piernas
hechas andar sobre piedras a punto de aplastar, que duro camino para tan bello
ser que se disfraza con semblante de mujer. Niegas que cansada estas de querer
seguir plantada sin mi mano acariciar.
Besas el sol, besas la lluvia, acaricias el suelo y un bello retoño que ha de seguir
tus pasos, tus duelos y ocaso de tu vida. Con golpes de marfil navegas en las
arenas de tus miedos, a puesta de la luz que en las noches hasta ayer tu estrella te
guiaba como marinero que navegó incansable por amor.
Tus pasos huelen a cansancio, tus brazos huelen a desilusiones, tu mirada a un
temor que nunca atreviste a desaparecer. Tu aliento alienta los deseos de
perdonar las arenas que ayer te intentaron ahogar, tus pechos son el regazo del
amor que hoy se niega de ti alejar. Marcada estas siendo diferente a alguien más.
La marea creció y los pinos su aroma sueltan al paso redoblante de aquella
tormenta de Abril. Ya no estás allí, ya no peleas con las abrumas de la basura de
tus pasados besos de falsa desilusión. Firme tallo es tu cuerpo que huele a amor
profundo y sincero. Hoy observas desde la proa de un barco navegando a la
deriva, echado a la suerte del mar. Sin un marinero, sin un capitán a quien
conquistar ya. Así estás.
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