Arrugando hoy mi frente, hoy mirando como las aves cantan con más trinares la
luna esconder, se esconden al otro lado de mis ventanales, esas que una vez junto
a mí empañaste arrullando mis llantos de pequeño bebé. Cantos de cuna que ya
no veré recitar al lado tuyo maestra mía.
Rosas blancas que a tu vestido adornaban en los días de primavera, hoy lo visto
yo, solo por hoy van pegados a mis pequeños pechos, los mismos que ayer en tu
regazo te arrullé hasta verte dormir. Reposé sobre ti mis aguadas tormentas que
nunca pensé sacar de mi, fluyen de mí con aliento desgarrador de haberte dejado
ir.
Pesares, tristes pesares caen sobre mis hombros cuando la mirada perdida de mis
pequeños ojos se hallan en tu nuevo regazo, adornada con flores que nunca te di,
en verdad, nunca quise darte. Descansas en medio de la mirada perdida de
nuestros llantos, a la luz diminuta de un velón que danzan lentamente a la puesta
de tu cabecera, al costado, a tu costado me encuentro.
Fuiste la reina del ayer, como princesa aquí estarás, cantando las mismas
melodías que ayer te vi recitar en las cumbres de tu soledad, las quiero cantar al
paso lento de tu caminar. Hoy las canto mientras te llevamos al reposo de tu
hermoso sueño. Cantan con migo las aves que ayer viste volar cuando les querías
alimentar.
No eres héroe de cañón a quien dedican disparos al aire cuando el puñal de una
guerra atravesó los campos, eres dama que a mi mente besó, cuando las heridas
llegaban a mi corazón. Alzan puñales armados de dagas adornadas con hilos,
suenan dedicando a ti estas nuestras melodías, las que una vez en tus brazos
cantamos, canta conmigo de nuevo y descansa por fin en paz.
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