Marchando lento no andan nuestros pasos, pesan las locuras y promesas que ya
no veremos florecer ni despertar en las noches antes del verano llegar, cuando el
agua de nuestro ser se confundían con la satisfacción de haberte besado hasta el
corazón. Besarte de nuevo, besarte ya no puedo, besa el aire que mañana
respiraré el aroma de tu aliento disfrazado de olvido.
Montañas grises hoy se visten cuando recorro los caminos que ayer alumbraste al
pasar, eran de un verde esplendor al paso tuyo, delgada y blanca amada, tan
delgada que un pincel a ti dibujaba sin torpeza. Cabalga y cabalga hoy mi negro
caminar, así las hojas del bosque atormente nuestra felicidad, prometo tu nombre
siempre recordar.
Piedras que a mi carruaje hacen tropezar. Agobiante el camino está cuando ya tu
compañía dejé atrás. Esta si son las brizas oscuras que a tu cuerpo hacían temblar,
no temas que nuestro caballo a tu nuevo hogar ha de llegar, cansado viejo animal
con pena pero de elegante paso que embellecía con flores a tu cabello.
Castillo que a lo lejos se veía a una eternidad, camino malo que se acortaba con
las caricias de tu mano, cuando aferrada a las mías escuchabas el rose de patas
viejos grillos. Luciérnagas queriendo alumbrar tu vestido de colores vivos y algo
dulce por el perfume de tu cuerpo, allí se posaron, como se posaban mis manos
cuando a ti te amaba.
Choza que en la montaña hoy no viste como castillo, luces de diminutos animales
en el aire se confunden con las estrellas, no están. Flautas que recitaban cuando
tu guitarra sonaba al calor de una llamarada, ya no suenan igual a causa de tu
ausencia. Caballito malo, caballo viejo, acompáñame esta noche y en la mañana
márchate. Márchate que ya no soy caballero sin mi doncella.
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