Firmes y silenciosos como los cánticos de aquellas rocas en la rivera, permanecen
junto a mí como guardando, como iluminando la oscura armadura de mi pequeño
carruaje, blanquecino su triste color en el interior, apropiado para la ocasión. El
reloj suena alegre, negando su marcha detener, ahora burlando suena a mis oídos
sus pasos. Tic - Tac. Tic -Tac...
Clara vestida la mañana y oscuridad con tempestad se encuentra mi alma.
Golpetea una y otra vez en aquel rincón de ventana, el envejecido reloj de
péndulo madero, agobiante es tu baile y elegante el ave que acompaña tu canto
mientras al viento las acobijas llevándolas en dirección a tu lecho donde se hallan
algunas flores blancas y un señor de sombrero pequeño que cuidándolas está.
Viejos brazos que acarician mi pecho y mis escasos cabellos, haz lo que el destino
y su tiempo no desean hoy para mí, Agua tibia que intenta a mi presencia
doliente desaparecer. -¿Como digo que eres hermosa sin así parecer? destino
cruel que burla en la puerta mi presente y mi arrepentido pasado.
Amiga fiel que a lo lejos te imagine volver a consentir, ayer escuché la voz de tus
pensamientos... ser de nuevo chicos y volver a sonreír. Delgada y elegante te veo
cuando mis ojos se abrieron otra vez, grabaron en color negro brillante el realce
de tu pecho y pies, de blanco la bufanda que rodea tu cuello, esa que limpia
también tu llanto.
Cayó la noche espantando la cansada golondrina que a mi ventana la tarde
acompañó. Allí ahora se ve un pétalo. Descanso mientras te alejas lentamente
cuando tus labios distingo un -hasta luego- es eterno y en el aire las manos de
aquel tu anciano señalando que son las -Cinco más veinte- es hora de descansar.
Tocando mi frente con tu boca, cerrando los ojos dejo de susurrar.
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