404 - Antología tecnocrática

Una comida especial

Mauro llegó a su casa como cada noche. De la cocina manaba olor a comida caliente, y eso le abrió el apetito. Tiró la valija sobre el sillón y, mientras se aflojaba la corbata, se dirigió al encuentro de su esposa que preparaba la cena.

-Hola cariño -le dijo, pero ésta no le respondió.

-Hola -repitió, mientras la rodeaba para entender el motivo de su mutismo y se dio cuenta que tenía los ojos rojos y una expresión de desasosiego. Había estado llorando nuevamente.

-¡¿Qué pasó esta vez?! -preguntó molesto, pero no recibió respuesta.

Con insultos e indignación, abandonó la cocina y se desplomó en el sillón. Terminó de sacarse la corbata y prendió el televisor.

Estaban pasando las noticias. Nada interesante: La protesta de los taxistas se extendía por la ley que aprobaba el uso de autos que se conducían solos; una nueva droga que permitía controlar las emociones desde un celular; su equipo favorito había vuelto a perder.

-La comida está lista –anunció su esposa con una voz de ultratumba.

-Al fin una buena noticia -dijo mientras apagaba el aparato y se ponía de pie.

El guiso estaba demasiado condimentado. El picor tornaba su rostro de un tonó carmesí y se estiraba la camisa mientras daba sorbos profundos al vaso de agua que tenía.

-¿Qué le pusiste? Se te fue la mano con el picante. ¿Me querés matar?

Esa fue la primera vez que la preocupación abandonó las facciones de su esposa y fue reemplazada por una sonrisa pícara.

-¡Estás loca! -dijo levantándose molesto.

Caminó prontamente hasta la heladera y sacó un pote de mayonesa. Comió una cucharada y el aceite frío calmó un poco el picor. Comió otra, y otra, hasta que el frasco quedó vacío. Abrió la tapa del tacho de basura y dejó caer el recipiente vacío.

Estaba por cerrarlo cuando algo le llamó la atención. Entre toda la basura había un sobrecito de celofán transparente cerrado con un cartoncito amarillo. Lo levantó y lo escudriñó. La etiqueta de un lado decía "EMPAT" y del otro tenía un código QR.

-Claudia, ¿qué es esto?

Su mujer se puso de pie, seguía sonriendo con malicia pero esta vez tenía el celular en la mano.

-Ahora vas a saber lo que es vivir con vos. Llevamos dos años de casados, el último fue un infierno.

Deslizaba con su pulgar una lista de opciones que se presentaban en la pantalla del teléfono. Casi sin mirar, como si lo hubiera ensayado horas antes, se detuvo en una y presionó el botón verde que decía "LIBERAR"

Ninguno tenía los conocimientos técnicos para saber que miles de nanobots habían recibido la orden de liberar encimas que provocaban una respuesta emocional en el huésped. Pero lo efectos fueron los deseados. Mauro comenzó a sentir frustración y angustia. Un sentimiento tan profundo como nunca había sentido.

-¿Qué...que me hiciste? -preguntó mientras se retorcía de dolor. Aunque los nanobots no producían un dolor físico, el muchacho se sujetó el estómago y se encorvó hacía adelante.

-Un año siendo despreciada, tratada como una esclava, cautiva del gran señorito -decía satisfecha mientras se reía sin control y una lagrima comenzaba a brotar por su ojo izquierdo-Ahora vas a saber lo que es sentir la angustia y la frustración de ser tu esposa.

-¡Para! ¡Me estas matando! -suplicaba el marido que se sumía en llanto.

-Todavía no. Todavía no lloraste todo lo que yo lloré. Todavía no sufriste lo que yo.

En un acto de desesperación, Mauro se abalanzó contra la mujer e intentó manotear el celular. Claudia se cubrió dándole la espalda pero el hombre era demasiado pesado y la hizo caer. El teléfono salió disparado abajo del sofá.

-¡Estás loco! ¡Violento!

-¿Violento yo? ¡Vos sos la loca! ¡Apagá esto! -decía mientras se agarraba la cabeza entre llantos, con una angustia que no podía soportar.

-¡Matate! -respondió mientras se ponía de pie y se encerraba en el baño.

Mauro miró hacía todos lados buscando el celular, pero no lo podía encontrar. Su vista borrosa a causa de las lágrimas le impedía ver nítidamente.

Los nanobots, al no recibir la orden de detenerse seguían liberando encimas que se acumulaban en el organismo, haciendo que la agonía fuera cada vez peor.

Desesperado, el hombre corrió y se golpeó la cabeza contra la pared. Esperaba que al desmayarse el efecto se anulara, pero solo logró hacerse un corte sanguíneo. Seguía consciente, un poco mareado, pero consciente y angustiado como nunca.

Lo intentó nuevamente, pero esta vez, entre las lágrimas y la sangre que manaba, no pudo calcular bien la ubicación de la pared y cayó por la ventana.

Su cuerpo tardó 2.43 segundos en impactar contra el suelo, siete pisos más abajo. Pasando el quinto piso, la distancia de los nanobots relativa a la fuente era mayor al rango permitido y se habían desactivado.



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En el texto hay: tecnologia, suspenso, futurismo

Editado: 26.02.2022

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