Martín y Camila eran amigos desde hacía unos años. Podía decirse que tenían una relación colateral, puesto que él era el novio de su mejor amiga y, con ese título lo había conocido. Pero, desde su primer encuentro, cuando Laura los presentó, sintieron una tensión extraña.
Camila era una joven atractiva, pero algo inestable emocionalmente, lo que no le permitía disfrutar de una relación sana y duradera con ninguno de sus múltiples pretendientes. Martín, en cambio, tenía un aire de seriedad y confianza que resultaba un imán para las mujeres más centradas, como su actual pareja.
A pesar de estas diferencias, habían congeniado desde el primer día. Tenían una camaradería pocas veces vista y, en más de una ocasión, bromeaban con la mala suerte que tenían de haberse conocido en esas circunstancias, puesto que Camila aseguraba que nunca tendría una relación sentimental con una ex pareja de su amiga.
Para mantener una conversación más relajada, sin que Laura estuviera involucrada, habían acordado encontrarse a cenar solos. Todo comenzó como una picardía entre ambos, pero terminaron haciéndolo habitual. Se encontraban, cenaban, charlaban y no pasaba nada más. No había tintes románticos ni mucho menos, sin embargo, estos encuentros provocaban cierto remordimiento en la joven. De alguna manera sentía que estaba engañando a su amiga. Tal vez, su incordio estuviera vinculado a la atracción mutua que sentían.
-Esto está mal Martín –dijo ella tras meditar un momento con una copa de vino en la mano, una noche que cenaban en casa de él.
-¿Por qué? Somos dos amigos comiendo una rica cena, conversando un poco. ¿Qué tiene de malo?
-¿Laura sabe de estos encuentros?
-No. Ella no lo entendería. Pensaría…
-¿Qué? ¿Qué nos estamos acostando? Sería lo más lógico, ¿no?
-¿Lógico? No. Paranoico diría yo. –respondió con una sonrisa burlona mientras daba un sorbo a su vaso.
-¿Me vas a decir que nunca lo pensaste?
-¿Qué cosa?
-En nosotros. En estar juntos. Vos sabes… -completó la frase señalando la habitación con la cabeza.
-Bueno sí. Y hay una manera de hecho.
-¡No! Sabes que no podría hacerle eso a Laura. –respondió con una indignación forzada, como si estuviera reprendiéndose a sí misma.
-El remordimiento no es más que el recuerdo recurrente de algo de lo que nos arrepentimos.
-Muy poético –respondió con sorna y dio un sorbo a su copa.
-¿Qué pasaría entonces si no pudieras recordar? La falta de memoria anularía la ecuación.
-¿Me vas a borrar la memoria?
Martín se puso de pie sin decir nada, con una sonrisa perversa dibujada en su rostro. Fue hasta la habitación y regresó con una píldora.
-Esto es nuevo. ¿Te acordas de esa droga que provocaba sentimientos, que se controlaba por una app? Bueno, esto es una modificación. Más segura. Tenés que tomarte dos. Esta funciona como un marcador, mañana te tomas la segunda. Todo lo que pase en medio se borra.
-¿Y no voy a recordar nada? ¿No es peligroso?
-El que me la vendió me dijo que es completamente segura. Yo le pregunté lo mismo, por el caso ese del tipo que suicidó. Pero me dijo que no es nada que ver.
-¿Vos también la vas a tomar?
-Obvio. ¿Cómo crees que podría volver a ver a Laura si recordara lo que vamos a hacer?
Camila lo pensó un momento. El muchacho tenía razón, si ninguno lo recordaba era como si no hubiera pasado. Ambos liberarían la tensión sexual y tal vez podrían tener una relación más sana.
-Está bien. –dijo por fin- Lo voy a hacer por Laura. Nos sacamos las ganas una vez y nunca más. Así podemos ser amigos sin estar pensando en que pasaría.
El joven asintió y le acercó la pastilla. La muchacha se la puso en la boca y la tomó con lo que le quedaba de vino. Tuvo una pequeña duda si había sido la decisión correcta, pero sus pensamientos racionales pasaron a un segundo plano cuando él la sujetó de la mano, la ayudó a levantarse y le dio un beso apasionado.
El amanecer los encontró exhaustos. La velada había sido mejor de lo que cualquiera de los dos habría podido imaginar. La muchacha se levantó y fue al baño, dejando a su apasionado compañero durmiendo de su lado de la cama.
Mientras vaciaba su vejiga recapituló lo sucedido y se sonrojó avergonzada. No podía creer lo conectados que estaban. Nunca le había sucedido tener tanta armonía con otra persona desde la primera vez, era como si fuesen amantes de toda la vida.
Pero, cuando se estaba lavando las manos, se echó una mirada acusadora frente al espejo. Tal vez ninguno lo recordaría pero había sucedido, había traicionado a su amiga. La idea de que Martín era capaz de hacerle esto le hizo pensar que él no era el hombre indicado para Laura y se preguntó si esta sería la primera vez.