Capítulo 3 — 4:54 a.m.
El silencio volvió, pero ya no era el mismo.
Era espeso, irregular, como si la casa respirara.
Alex se llevó las manos a la cabeza.
Un zumbido le perforaba los oídos.
Pequeñas imágenes cruzaban su mente:
una puerta abierta, una maleta en el suelo, un grito…
Nora llorando.
Y algo más.
Un arma.
El destello.
—No… no fue así… —murmuró, intentando recordar.
Pero cada recuerdo que llegaba cambiaba al siguiente.
En uno, él estaba discutiendo con Nora.
En otro, riendo.
En otro… ella no existía.
4:54 a.m.
El reloj no se detenía.
O sí.
A veces parpadeaba, otras parecía girar hacia atrás.
Alex caminó hacia el pasillo.
Las paredes ya no eran las mismas.
Estaban cubiertas de fotos: cientos de fotos suyas y de Nora.
Pero en todas, sus rostros estaban tachados con tinta negra.
—¿Qué es esto…?
Su respiración se aceleró.
El aire era más pesado, denso, caliente.
El suelo se torció, y por un instante sintió que caminaba sobre carne viva.
Una puerta se abrió detrás de él.
La voz volvió a sonar, más nítida que nunca:
—Tienes seis minutos.
Alex volteó.
El televisor mostraba un video casero.
Él, sentado frente a una cámara.
Ojos rojos.
Despeinado.
La voz temblorosa.
—Si estás viendo esto… ya pasó. No busques entender. No busques a Nora…
El video se distorsionó.
El rostro en la pantalla comenzó a reír.
Una carcajada que no sonaba humana.
—No… no soy yo… —dijo Alex, retrocediendo.
El reflejo en el televisor dejó de moverse.
Solo sus labios siguieron hablando:
—Ya lo recordaste una vez.
Y lo harás otra vez.
4:55 a.m.
Alex cerró los ojos, pero las imágenes seguían apareciendo:
una pistola sobre la mesa,
una mancha en el suelo,
Nora de rodillas,
y él… apuntando.
Cayó de rodillas, gritando.
Sus manos temblaban.
La casa temblaba.
Todo se doblaba sobre sí mismo.
El reloj vibró.
El sonido se transformó en un corazón latiendo.
Su corazón.
Abrió los ojos.
Frente a él, el espejo.
Su reflejo lo m
iraba… llorando.
Solo el reflejo.
—Quedan cuatro minutos —dijo la voz.
4:56 a.m.