4:50 Am

Capítulo 4- 4:56 a. m.

El reloj retrocede.

Otra vez.

Alex parpadea, y la aguja se mueve hacia atrás, como si el tiempo se burlara de él. Lo observa en el suelo, parpadeando débilmente entre charcos de luz que parecen respirar. 04:56… 04:57… 04:56.

No hay sonido, solo un zumbido bajo que parece salir de las paredes.

O de su cabeza.

—No… —susurra, llevándose las manos al rostro. Está cubierto de sudor frío y polvo. Las uñas le tiemblan. No recuerda si durmió, si comió, si habló con alguien. Sabe que vio a Nora, o algo con su rostro, pero en el reflejo del vidrio ella tenía otro. Uno que juraría haber visto antes. Uno que tal vez fue suyo.

El reloj vuelve a retroceder.

Alex grita. Golpea el suelo con el puño.

Los segundos suenan como pasos en un pasillo vacío.

Tac. Tac. Tac.

Se levanta tambaleándose. Siente que las paredes se estiran, que el aire se espesa. Avanza entre sombras y encuentra la puerta entreabierta, aquella por donde creyó ver a Nora desaparecer. La abre de golpe. Dentro, la habitación es idéntica a la suya… pero todo está cubierto de plástico transparente, como si alguien hubiera querido conservar cada objeto antes de morir.

Sobre la mesa, una cámara de video antigua.

Polvorienta, encendida. Grabando.

Alex la toma. Sus dedos tiemblan al tocar el botón de “REC”.

La pantalla muestra estática, y luego… él mismo.

O alguien que se le parece demasiado.

Con los ojos enrojecidos, el rostro demacrado, hablando frente al lente.

> “Nora… si ves esto, ya no soy yo.”

“No sé qué hice.”

“No sé quién soy.”

Alex suelta la cámara. Cae al suelo, pero la grabación sigue sonando, una voz quebrada que se superpone con el zumbido del reloj.

El aire se deforma.

Su mente se abre en dos.

Se ve a sí mismo sentado frente a la cámara, grabando.

Pero también viendo la grabación desde fuera.

El mismo momento repitiéndose, una y otra vez, como si el tiempo estuviera atrapado en un bucle enfermo.

—Detente… —balbucea—. Por favor, detente…

En la pantalla, su otro yo sonríe.

Una sonrisa torcida, ajena.

Detrás de él, una figura pasa. Nora.

Pero con el otro rostro.

> “No eres Alex.”

La voz no sale del televisor, sino de dentro de su cabeza.

> “Nunca lo fuiste.”

Alex retrocede hasta chocar contra la pared.

El reloj vuelve a marcar 04:57.

Su respiración se acelera.

Siente que ha estado ahí días, meses, años.

Pero el reloj no avanza.

La cámara sigue grabando.

Su reflejo sonríe.

Y por primera vez, Alex duda de haber existido alguna vez.

Quedan cuatro minutos.

4:56 a.m.




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