4:50 Am

Capítulo 5- 4:58a. m.

Capítulo 5 — 4:58 a.m.

Despertó jadeando.

Otra vez.

El reloj.

4:58 a.m.

El mismo sonido.

El mismo parpadeo rojo.

Pero no era la misma habitación.

Las paredes estaban cubiertas de sangre.

No pintada.

Sangre fresca.

El aire olía a óxido y podredumbre.

A su lado, una silla volcada.

En el suelo, una cámara encendida.

Grabando.

Alex se incorporó lentamente.

Su ropa estaba manchada.

No sabía si era sudor o sangre.

Tal vez ambas.

Se acercó a la cámara.

Su reflejo en la lente lo observó antes de que él se inclinara.

Y sonrió.

—¿Qué… qué está pasando? —balbuceó.

Clic.

La cámara comenzó a grabar de nuevo.

Él la levantó con manos temblorosas.

La apuntó hacia sí.

—Si estás viendo esto… —empezó, con voz quebrada.

Se detuvo.

Su respiración era un eco dentro del silencio.

—No busques entender. No busques a Nora…

La frase salió sola.

Como si ya la hubiera dicho antes.

Como si solo la repitiera.

El reloj vibró.

El sonido llenó la habitación, más fuerte, más profundo.

Cada pitido era un golpe dentro de su cráneo.

Cayó al suelo.

Y despertó.

Otra habitación.

Más oscura.

En las paredes, retratos deformes de Nora colgaban boca abajo.

En el techo, una lámpara giraba lentamente, chorreando sangre.

—No puede ser real… —murmuró.

Cerró los ojos.

Los abrió.

Despertó en un baño.

La bañera estaba llena.

Flotaba un cuerpo.

El cuerpo de Nora.

O el suyo.

No podía distinguirlo.

La cámara seguía en su mano.

La luz roja seguía parpadeando.

Grabando todo.

—¿Cuánto tiempo… llevo aquí? —preguntó al aire.

El reloj parpadeó frente a él, reflejado en el espejo.

4:59 a.m.

Pero en el reflejo, el reloj iba hacia atrás.

4:58.

4:57.

4:56.

—No… —dijo entre sollozos—. ¡No otra vez!

Cayó de rodillas.

El piso se agrietó bajo él.

Una corriente negra se filtró entre las baldosas.

Ojos.

Cientos de ojos lo miraban desde la grieta.

Intentó gritar, pero no tenía voz.

Solo la cámara seguía grabando, inmóvil sobre el suelo, apuntando hacia él.

Y entonces lo vio.

Al otro Alex.

De pie, frente a la bañera.

Mirándolo.

Sonriendo.

—Ya lo hiciste —dijo el otro.

—No… yo no…

—Sí. Lo hiciste. Y volverás a hacerlo.

El reloj volvió a brillar.

5:00 a.

m.

El pitido fue el último sonido.

El video se detuvo.

La pantalla se apagó.

Y el silencio lo devoró todo.




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